¿QUÉ ES VIVIR?
Mis breves palabras de hoy se preguntan ¿qué es la vida?, o mejor ¿qué es vivir?
Pretender dilucidar ¿qué
es la vida? exigiría la concurrencia de numerosísimas palabras, que en este
breve espacio de tiempo no nos llevarían a ninguna conclusión. Por el
contrario, todo se complicaría al enfrentarse conceptos religiosos, morales y
científicos que coincidirían con dificultad.
De modo que lo más atinado
será preguntarse ¿qué es vivir? Claro, que todos los que estamos supuestamente
vivos sabemos que esto de vivir consiste básicamente en dos actos casi
mecánicos: respirar y sentirnos latir con una frecuencia, digamos, que prudente
y armónica. Si el aire nos conduce a la asfixia y los latidos de nuestro
sacrificado corazón se agitan sin concierto, deberíamos alarmarnos pues o las
esquivas autoridades no nos han informado acerca de la contaminación
atmosférica en la que estamos inmersos, o han falseado la fecha de caducidad de
uno o varios productos comestibles que hemos ingerido al azar o, tal vez,
nuestras emociones están descontroladas por el simple ejercicio de vivir todos
los días tratando de acertar.
Porque vivir es difícil,
muy difícil. Y no me refiero a la humilde y estática vida de una hierbecilla
del campo, que sin duda se estremecerá a causa de estímulos atmosféricos y
hasta sufrirá al carecer de la suficiente humedad, sucesos éstos que pueden
también afectarnos a nosotros, los soberbios y también transitorios humanos,
protagonistas de mis reflexiones de hoy.
Nos dan una vida que, en
principio, no decidimos ni elegimos, pero ¿dónde nos enseñan el complejo arte
de vivir, decidir y elegir?
Padres, maestros,
sacerdotes nos indican con mayor o menor vehemencia y convicción que debemos o
no debemos hacer, decir y pensar. Pero con el transcurso del tiempo aprendemos,
con perplejidad e inevitable angustia, que los valores que nos parecían inobjetables y nos proporcionaban seguridad
pierden su carácter casi sagrado, su valor fundamental, se vacían de contenido
o, simplemente, pasan de moda y no nos representan porque no podemos
identificarnos con ellos.
Cualquier psicólogo,
discretamente preparado, llamaría “períodos de crisis de identidad” a estos
ingratos sucesos que suelen atacar nuestra integridad emocional, más o menos
cada diez años. Y aquí reside nuestra evidente e indiscutible diferencia con
aquella hierbecilla del campo, sólo preocupada por los avatares climáticos.
Y estas incertidumbres nos
perseguirán, hasta el seguro final, como moscas pesadas o “moscas cojoneras”,
como suelen definirlas por aquí.
A esta altura del discurso
ya podemos concluir que no nos enseñan a vivir ni a decidir ni a elegir, y que
vamos aprendiendo a fuerza de coscorrones, tropiezos, tambaleos, rotundas caídas y brutales terremotos
emocionales de los que no siempre se sale airoso, pero a veces se aprende algo. Pues también debemos reconocer que el
aprendizaje vital suele ser lento, dependiendo de la necedad o ductilidad de
cada individuo, y también de la inquietud y el interés por aprender, claro.
Hay quien se siente
satisfecho de su sabiduría a los veinte años, mientras mira con sorna a los que
continúan aprendiendo a los cuarenta y no tienen planes de estancarse.
Tampoco faltan los que
consideran que vivir es adquirir rutinas seguras; los que se conforman con
cubrir sus más elementales necesidades fisiológicas; los que sólo evolucionan
en estrategias de engaño y autoengaño; los despreocupados que viven a costa de
los preocupados; los que no saben ni contestan; los que saben pero pasan y los
que pasan para no saber. Y tantos otros que aprenden o no aprenden a vivir, son
inofensivos o dañinos según quién los valore, homenajean a la vida o la
desprestigian y, como a todos, nunca nadie les ha enseñado, realmente, el arte
o el oficio de vivir, que no es lo mismo que sobrevivir.
Y lo realmente penoso: la
multitud de seres humanos que desde siempre no pueden aprender, decidir ni
elegir, que sólo existen sin saber que tienen el derecho de ser.
Mario Fournier
Las poesías de hoy son de mi autoría y reflejan mi manera de sentir y observar, mis muchas dudas y pocas certezas, mi constante deseo de comunicar y transmitir.
SUEÑOS – I
Cuando apago la luz
y detengo las manos
en un silencio eterno,
siento como se quejan
mis músculos, mis huesos
y el espacio agobiado
que contiene mi alma.
Añoro y necesito
ese cansancio largo
de emociones vividas,
ese reposo intenso
de avanzar en un sueño
hasta que llega el día
y el cielo tiene imanes,
y afuera hay un motivo
que merece lo breve
de imaginarse alguien
que existe, se conmueve,
vibra, proyecta, ansía
ese reposo intenso
de avanzar en un sueño,
cuando apago la luz
y detengo las manos.
“Sueños” – Sara Rojas Díaz –
óleo sobre lienzo.
LAS BREVES PALABRAS
No sé que es poesía,
y nunca percibo
de dónde me llegan
ni a dónde me llevan
las breves palabras.
Llegan de improviso,
no atino a explicarlas,
sólo soy el médium.
Se alejan sin rumbo,
me dejan de lado.
No sé qué es poesía:
¿es fracción de nada?,
¿es resto de sueños?,
¿es final de otoño
que habita en el aire?
OLVIDO
Cuando alcanza el olvido
es que algo ha muerto,
de repente,
como un perfil que no
tiene mirada,
como un ser fraccionado en
el tiempo.
Cuando alcanza el olvido
es que algo ha muerto,
para siempre,
como un filo que parte la
memoria,
sin nostalgia ni
arrepentimiento.
SOMOS
Somos la proyección de una
mirada
que indaga el horizonte.
Somos parte de un todo
inalcanzable
en la absurda razón de la
soberbia.
Somos lo que soñamos día a
día;
fuimos, seremos los sueños
de una noche.
Somos por cada amor que
nos construye
y nos resta en cada
despedida.
Somos dioses, hormigas,
fuego, viento,
pan, amapolas, nubes y
madera.
Somos extraños en
cualquier planeta,
intrusos habitantes de lo
ajeno.
Somos las culpas de un
error divino,
los restos de un naufragio
inevitable.
Somos la proyección de una
mirada
que espera una señal y se
pregunta.
“Somos” – Teresa Quintas Tejada –
óleo sobre lienzo.
DEL TIEMPO – IV
FUTURO IMPERFECTO
Mañana sí, seré,
pero es mentira,
porque mañana es hoy
y hoy ya no existe.
Porque soy éste, el que
vendrá,
y el otro que no he sido,
después de tanto
aprendizaje,
después de tantas vidas
sucesivas.
Porque retornaré cada
mañana
o justo a medianoche en
algún sueño,
en remotas ciudades y
otros tiempos,
desandando mis huellas sin
saberlo.
Mañana no seré,
y otra vez miento,
porque mañana es hoy
y hoy ya no existe.
SEREMOS ETERNOS
Te amo
de lunes a lunes,
de enero a diciembre,
de un invierno a otro,
desde que amanece,
te amo.
Sin embargo, a veces.
siento yo el temor
que el tiempo nos pierda,
porque él es así:
nos une y nos pierde,
juega con nosotros y suele
probarnos
cada sentimiento.
Pero yo te amo
porque sí, no más,
porque de otro modo
no puedo sentirte.
Y si no hay más lunes,
y si no hay eneros,
y si no hay inviernos,
y si no amanece,
el amor que tengo
volverá a encontrarte
en cualquier momento,
quién sabe en qué tiempos,
por qué soledades,
seremos eternos.
LÍMITES
Quisiera contener entre
mis manos
la paz más profunda para
el alma,
trascender los límites del
día
y que la luz me invada sin
reparos.
Quisiera ser tan tenue y
sigiloso
que apenas se perfile mi
presencia,
como un cristal que
refleja y transparenta,
como una brisa que renueva
el aire.
Quisiera retener formas
dispares
y todos los colores que se
adhieren
a los seres, a las cosas y
al paisaje
que se extiende más allá
de la mirada.
Quisiera percibir que se
estremece
la más leve partícula de
vida,
que crece, siente y muere
junto a mí,
sin serme indiferente.
Quisiera y no lo logro y
me rebelo,
apenas soy uno más que se
debate
contra sus torpes límites
humanos.
“Límites” – Concha Mora Villapalos –
óleo sobre lienzo.
SIN SEÑALES
Qué podría decirte…,
no tengo qué ofrecerte,
sólo tenía palabras
que rodaron inútiles,
que se fueron muriendo
sin retenerte al menos.
Las cartas se han perdido
entre ecos apagados,
negando las palabras,
confundiendo razones:
qué pena haber tardado
en llegar a olvidarnos.
Para qué las promesas
de estar en la distancia,
las vanas confidencias,
las fotos del pasado,
si el tiempo y el silencio
han podido borrarnos.
Todo ha sido un esfuerzo
de gastar sentimientos
y pensar que hemos sido
cuando no queda nada.
Y ya casi no espero
la voz ilusionada
que viene desde lejos,
desafiando al espacio
que ha crecido en el
tiempo
negando las palabras.
SÓLO UN PROFUNDO SILENCIO
Sólo un profundo silencio,
sin los torpes gritos
de los que venden,
sin la ruidosa ansiedad
de los que compran,
sin las monótonas voces
de los que cantan,
sin las falsas palabras
de los que escriben,
sin las cotidianas
mentiras
de los que aman,
sin las hipócritas
promesas
de los que mandan,
sin el cómplice murmullo
de los que callan…
Sólo un profundo
y respetuoso silencio,
podría salvarnos.
HONDOS ESPACIOS
Tus ojos conservan la
inocencia
que nunca perderán del
todo,
navegan en asombros,
anhelan ideales
imposibles.
Se posan en mis gestos, me
observan,
descifran mis silencios,
historias de otros
tiempos,
sentimientos, lugares,
escondites.
Tus ojos verdes, agrisados
en invierno,
reflejan amaneceres
invisibles,
rechazan las penumbras
y añoran los días
extendidos.
Tus ojos no necesitan de
palabras,
se indignan, gritan, se
entristecen,
cantan, sueñan, se
emocionan,
gozan, sonríen y se
alejan.
Y cuando los beso con
lenta ternura
son hondos espacios que
guardan tu luz.
“Hondos espacios” – Lorena Gómez Álvarez -
óleo sobre lienzo.
Y LA ESPERANZA
Los momentos
de amor y de amistad,
de ser y respetar,
de comprender,
de dar y recibir,
de compartir,
son realmente
momentos de vida,
de intensa y profunda fe,
de dioses e inmortalidad.
Sólo en esos luminosos
momentos
se atreve mi esperanza.
EN ESTE BANCO
París contiene todos los
imanes,
deambulando por calles
incesantes,
penetrando laberintos de
pasado
que suelen desvelar noches
enteras.
París está detrás de un
muro terso,
del verde horizontal que
mece el agua,
de trenes, fuentes y
rincones quietos,
puentes y suaves destellos
interiores.
París nos ha instalado
para siempre
en esta esquina de su
antigua isla,
en los reflejos del río
trasnochado
que fluye y nos descuenta
día a día.
París estuvo siempre en
este instante,
en esta dulce paz, en este
banco,
y nosotros también, aquí
perennes,
formando parte intacta del
paisaje.
“En este banco” – Rubén
Pecorari – fotografía sobre papel.
Grabación del programa
“Las breves palabras – XI”, emitido por Fuensalida Radio el 5 de junio de 2012.
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