LAS BREVES PALABRAS - XI




¿QUÉ ES VIVIR?


Mis breves palabras de hoy se preguntan ¿qué es la vida?, o mejor ¿qué es vivir?

Pretender dilucidar ¿qué es la vida? exigiría la concurrencia de numerosísimas palabras, que en este breve espacio de tiempo no nos llevarían a ninguna conclusión. Por el contrario, todo se complicaría al enfrentarse conceptos religiosos, morales y científicos que coincidirían con dificultad.

De modo que lo más atinado será preguntarse ¿qué es vivir? Claro, que todos los que estamos supuestamente vivos sabemos que esto de vivir consiste básicamente en dos actos casi mecánicos: respirar y sentirnos latir con una frecuencia, digamos, que prudente y armónica. Si el aire nos conduce a la asfixia y los latidos de nuestro sacrificado corazón se agitan sin concierto, deberíamos alarmarnos pues o las esquivas autoridades no nos han informado acerca de la contaminación atmosférica en la que estamos inmersos, o han falseado la fecha de caducidad de uno o varios productos comestibles que hemos ingerido al azar o, tal vez, nuestras emociones están descontroladas por el simple ejercicio de vivir todos los días tratando de acertar.

Porque vivir es difícil, muy difícil. Y no me refiero a la humilde y estática vida de una hierbecilla del campo, que sin duda se estremecerá a causa de estímulos atmosféricos y hasta sufrirá al carecer de la suficiente humedad, sucesos éstos que pueden también afectarnos a nosotros, los soberbios y también transitorios humanos, protagonistas de mis reflexiones de hoy.

Nos dan una vida que, en principio, no decidimos ni elegimos, pero ¿dónde nos enseñan el complejo arte de vivir, decidir y elegir?

Padres, maestros, sacerdotes nos indican con mayor o menor vehemencia y convicción que debemos o no debemos hacer, decir y pensar. Pero con el transcurso del tiempo aprendemos, con perplejidad e inevitable angustia, que los valores que nos  parecían inobjetables y nos proporcionaban seguridad pierden su carácter casi sagrado, su valor fundamental, se vacían de contenido o, simplemente, pasan de moda y no nos representan porque no podemos identificarnos con ellos.

Cualquier psicólogo, discretamente preparado, llamaría “períodos de crisis de identidad” a estos ingratos sucesos que suelen atacar nuestra integridad emocional, más o menos cada diez años. Y aquí reside nuestra evidente e indiscutible diferencia con aquella hierbecilla del campo, sólo preocupada por los avatares climáticos.

Y estas incertidumbres nos perseguirán, hasta el seguro final, como moscas pesadas o “moscas cojoneras”, como suelen definirlas por aquí.

A esta altura del discurso ya podemos concluir que no nos enseñan a vivir ni a decidir ni a elegir, y que vamos aprendiendo a fuerza de coscorrones, tropiezos, tambaleos, rotundas caídas y brutales terremotos emocionales de los que no siempre se sale airoso, pero a veces se aprende algo. Pues también debemos reconocer que el aprendizaje vital suele ser lento, dependiendo de la necedad o ductilidad de cada individuo, y también de la inquietud y el interés por aprender, claro.

Hay quien se siente satisfecho de su sabiduría a los veinte años, mientras mira con sorna a los que continúan aprendiendo a los cuarenta y no tienen planes de estancarse.
Tampoco faltan los que consideran que vivir es adquirir rutinas seguras; los que se conforman con cubrir sus más elementales necesidades fisiológicas; los que sólo evolucionan en estrategias de engaño y autoengaño; los despreocupados que viven a costa de los preocupados; los que no saben ni contestan; los que saben pero pasan y los que pasan para no saber. Y tantos otros que aprenden o no aprenden a vivir, son inofensivos o dañinos según quién los valore, homenajean a la vida o la desprestigian y, como a todos, nunca nadie les ha enseñado, realmente, el arte o el oficio de vivir, que no es lo mismo que sobrevivir.

Y lo realmente penoso: la multitud de seres humanos que desde siempre no pueden aprender, decidir ni elegir, que sólo existen sin saber que tienen el derecho de ser.





 
Mario Fournier

Las poesías de hoy son de mi autoría y reflejan mi manera de sentir y observar, mis muchas dudas y pocas certezas, mi constante deseo de comunicar y transmitir.


SUEÑOS – I

Cuando apago la luz
y detengo las manos
en un silencio eterno,
siento como se quejan
mis músculos, mis huesos
y el espacio agobiado
que contiene mi alma.

Añoro y necesito
ese cansancio largo
de emociones vividas,
ese reposo intenso
de avanzar en un sueño
hasta que llega el día
y el cielo tiene imanes,
y afuera hay un motivo
que merece lo breve
de imaginarse alguien
que existe, se conmueve,
vibra, proyecta, ansía
ese reposo intenso
de avanzar en un sueño,
cuando apago la luz
y detengo las manos.


       “Sueños” – Sara Rojas Díaz – óleo sobre lienzo. 



LAS BREVES PALABRAS

 
No sé que es poesía,
y nunca percibo
de dónde me llegan
ni a dónde me llevan
las breves palabras.

Llegan de improviso,
no atino a explicarlas,
sólo soy el médium.
Se alejan sin rumbo,
me dejan de lado.

No sé qué es poesía:
¿es fracción de nada?,
¿es resto de sueños?,
¿es final de otoño
que habita en el aire?


OLVIDO

Cuando alcanza el olvido
es que algo ha muerto,
de repente,
como un perfil que no tiene mirada,
como un ser fraccionado en el tiempo.

Cuando alcanza el olvido
es que algo ha muerto,
para siempre,
como un filo que parte la memoria,
sin nostalgia ni arrepentimiento.


SOMOS

Somos la proyección de una mirada
que indaga el horizonte.

Somos parte de un todo inalcanzable
en la absurda razón de la soberbia.

Somos lo que soñamos día a día;
fuimos, seremos los sueños de una noche.

Somos por cada amor que nos construye
y nos resta en cada despedida.

Somos dioses, hormigas, fuego, viento,
pan, amapolas, nubes y madera.

Somos extraños en cualquier planeta,
intrusos habitantes de lo ajeno.

Somos las culpas de un error divino,
los restos de un naufragio inevitable.

Somos la proyección de una mirada
que espera una señal y se pregunta.


 “Somos” – Teresa Quintas Tejada – óleo sobre lienzo.



DEL TIEMPO – IV
FUTURO IMPERFECTO

Mañana sí, seré,
pero es mentira,
porque mañana es hoy
y hoy ya no existe.

Porque soy éste, el que vendrá,
y el otro que no he sido,
después de tanto aprendizaje,
después de tantas vidas sucesivas.

Porque retornaré cada mañana
o justo a medianoche en algún sueño,
en remotas ciudades y otros tiempos,
desandando mis huellas sin saberlo.

Mañana no seré,
y otra vez miento,
porque mañana es hoy
y hoy ya no existe.



SEREMOS ETERNOS

Te amo
de lunes a lunes,
de enero a diciembre,
de un invierno a otro,
desde que amanece,
te amo.

Sin embargo, a veces.
siento yo el temor
que el tiempo nos pierda,
porque él es así:
nos une y nos pierde,
juega con nosotros y suele probarnos
cada sentimiento.

Pero yo te amo
porque sí, no más,
porque de otro modo
no puedo sentirte.
Y si no hay más lunes,
y si no hay eneros,
y si no hay inviernos,
y si no amanece,
el amor que tengo
volverá a encontrarte
en cualquier momento,
quién sabe en qué tiempos,
por qué soledades,
seremos eternos.


LÍMITES

Quisiera contener entre mis manos
la paz más profunda para el alma,
trascender los límites del día
y que la luz me invada sin reparos.

Quisiera ser tan tenue y sigiloso
que apenas se perfile mi presencia,
como un cristal que refleja y transparenta,
como una brisa que renueva el aire.

Quisiera retener formas dispares
y todos los colores que se adhieren
a los seres, a las cosas y al paisaje
que se extiende más allá de la mirada.

Quisiera percibir que se estremece
la más leve partícula de vida,
que crece, siente y muere junto a mí,
sin serme indiferente.

Quisiera y no lo logro y me rebelo,
apenas soy uno más que se debate
contra sus torpes límites humanos.


“Límites” – Concha Mora Villapalos – óleo sobre lienzo.



SIN SEÑALES

Qué podría decirte…,
no tengo qué ofrecerte,
sólo tenía palabras
que rodaron inútiles,
que se fueron muriendo
sin retenerte al menos.

Las cartas se han perdido
entre ecos apagados,
negando las palabras,
confundiendo razones:
qué pena haber tardado
en llegar a olvidarnos.

Para qué las promesas
de estar en la distancia,
las vanas confidencias,
las fotos del pasado,
si el tiempo y el silencio
han podido borrarnos.

Todo ha sido un esfuerzo
de gastar sentimientos
y pensar que hemos sido
cuando no queda nada.
Y ya casi no espero
la voz ilusionada
que viene desde lejos,
desafiando al espacio
que ha crecido en el tiempo
negando las palabras.



SÓLO UN PROFUNDO SILENCIO


Sólo un profundo silencio,
sin los torpes gritos
de los que venden,
sin la ruidosa ansiedad
de los que compran,
sin las monótonas voces
de los que cantan,
sin las falsas palabras
de los que escriben,
sin las cotidianas mentiras
de los que aman,
sin las hipócritas promesas
de los que mandan,
sin el cómplice murmullo
de los que callan…

Sólo un profundo
y respetuoso silencio,
podría salvarnos.


HONDOS ESPACIOS

Tus ojos conservan la inocencia
que nunca perderán del todo,
navegan en asombros,
anhelan ideales imposibles.

Se posan en mis gestos, me observan,
descifran mis silencios,
historias de otros tiempos,
sentimientos, lugares, escondites.

Tus ojos verdes, agrisados en invierno,
reflejan amaneceres invisibles,
rechazan las penumbras
y añoran los días extendidos.

Tus ojos no necesitan de palabras,
se indignan, gritan, se entristecen,
cantan, sueñan, se emocionan,
gozan, sonríen y se alejan.

Y cuando los beso con lenta ternura
son hondos espacios que guardan tu luz.


“Hondos espacios” – Lorena Gómez Álvarez - óleo sobre lienzo.



Y LA ESPERANZA

Los momentos
de amor y de amistad,
de ser y respetar,
de comprender,
de dar y recibir,
de compartir,
son realmente
momentos de vida,
de intensa y profunda fe,
de dioses e inmortalidad.

Sólo en esos luminosos momentos
se atreve mi esperanza.


EN ESTE BANCO

París contiene todos los imanes,
deambulando por calles incesantes,
penetrando laberintos de pasado
que suelen desvelar noches enteras.

París está detrás de un muro terso,
del verde horizontal que mece el agua,
de trenes, fuentes y rincones quietos,
puentes y suaves destellos interiores.

París nos ha instalado para siempre
en esta esquina de su antigua isla,
en los reflejos del río trasnochado
que fluye y nos descuenta día a día.

París estuvo siempre en este instante,
en esta dulce paz, en este banco,
y nosotros también, aquí perennes,
formando parte intacta del paisaje.


 “En este banco” – Rubén Pecorari – fotografía sobre papel.




Grabación del programa “Las breves palabras – XI”, emitido por Fuensalida Radio el 5 de junio de 2012.






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