LA LIBERTAD (TIMOTEO)
Mis breves palabras de hoy
pretenden reflexionar acerca de la libertad, concepto de complejos significados
y contradictorios alcances.
Según el diccionario, en
este caso el Pequeño Larousse Ilustrado, “Libertad es la capacidad o facultad
que tiene una persona para decidir si quiere o no hacer algo”.
Según el artículo primero
de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, promulgada en 1948 por la
Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas, “Todos los seres
humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de
razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros”.
Definición y principios
inobjetables, que podrían ampliarse mucho más recurriendo a otras fuentes, y
que determinan las cualidades y derechos de la libertad, pero que poco dicen de
las responsabilidades que se deducen de cualquier derecho, y en este caso del
derecho a la libertad. Aunque sí se señala que la razón y la conciencia obligan
a un comportamiento fraternal de los unos con los otros.
Para ejemplo, inventaré a
partir de este instante a un personaje que llamaré Timoteo. Por supuesto
Timoteo se ha gestado confortablemente, durante nueve meses, en el vientre de
su madre, intuyendo la cercana y expectante presencia de otros personajes que
con posterioridad se transformarán en su obligada familia.
Pero nadie nace ejerciendo
su libertad, sino luchando por su
supervivencia que, en un primer momento dependerá, sobre todo, de estar
adecuadamente confeccionado y lograr llenar y vaciar los pulmones con buen
ritmo. De lo contrario, malo será el comienzo para ejercer la futura libertad.
Timoteo, aún no sabe que
lo es y llora, mama y cumple con sus elementales necesidades fisiológicas
porque es lo que le toca y punto, sin intenciones de libertad alguna. Aunque
tal vez, quizás, ciertos matices de algunos de sus llantos, los más insistentes
y despiadados, ¿son precoces intentos de rebeldía libertaria? No podemos
confirmarlo, al menos por el momento.
Timoteo mantendrá,
pasivamente, su dependencia fisiológica y sentimental, y cada uno de sus
previsibles gestos y supuestos parloteos será festejado como si la criatura sonara
en tres idiomas.
Hasta que un día
imprevisto para todos, Timoteo incluido, el adorado bebé se incorpore con
decidido vigor sobre sus tiernas piernecillas, extienda sus frágiles bracitos y
ensaye su primer gesto de inconsciente libertad al estrellar contra el suelo el
jarrón más preciado, admirado y espantoso de su horrorizada familia que, por
supuesto, no comprenderá ni valorará su revolucionario gesto. Ha cundido la
alarma: la libertad de Timoteo se ha topado con la libertad de sus congéneres,
en este caso su familia.
Y los desencuentros se
repetirán invariables hasta que muchos, muchos años después, nuestro
aleccionado personaje comprenda, sin voluntad pero a fuerza de conflictos, que
la libertad suele exigir como contrapartida una importante dosis de
responsabilidad, que se traduce en el meticuloso respeto de la libertad del
otro.
Desde el estrépito del
jarrón, Timoteo estuvo convencido de que la libertad se ejercía donde, cuando y
como le apetecía a él, y que la responsabilidad era una antigüedad solemne y
sin sentido. Pronto, su libertad motorizada invadió todos los silencios;
mientras que su compulsiva actividad como depredador sexual iba dejando un
tendal de víctimas desprevenidas, entre
las que se contaban sus padres, hartos de convivir con Timo y sus
múltiples y ocasionales amantes.
Su libertad no concebía ni
el más mínimo compromiso, ni consideración alguna hacia los demás, que le
impusiera límites.
Su libertad arrasaba los
sentimientos ajenos, que el despreciaba por blandos y anacrónicos, como también
despreciaba las libertades diferentes a su libertad.
Hasta que apareció ella,
la media naranja, la Timotea perfecta, el inesperado límite. Como un tornado, invadió
su libertad motorizada, se adueñó de su compulsiva actividad sexual,
comprometió su presente y su futuro, y cercó toda su soberbia libertad donde,
cuando y como le apeteció.
Después, despreció sus
blandos sentimientos y lo abandonó a su suerte con la libertad hecha jirones.
Cuando Timoteo comprendió
eso de la libertad de los otros, el respeto y la responsabilidad, ya era tarde
para romper otro jarrón y empezar de nuevo. Sus padres también lo abandonaron y
desde entonces fueron felices.
Las poesías de hoy tienen como autor a HIGINIO PÉREZ FUERTES, mi abuelo materno, nacido en 1890 en Valderas, León, España, y fallecido en 1976 en Buenos Aires, Argentina.
Hombre de amplia cultura,
emigró solo a Argentina, a los 17 años, para no participar en la guerra de
Marruecos y después de negarse a ser cura, como querían sus padres, por no
tener vocación. En Argentina fue un profesor exigente y un escritor romántico e
idealista.
De él recibí parte de mi
formación infantil pero, sobre todo, me inculcó aspectos morales y éticos que
siempre admiré y tomé como referencia. Su madre, mi bisabuela, fue maestra, a
principios del siglo XX, en una España donde era poco frecuente la educación
para la mujer.
Higinio
Pérez Fuertes
Antes
de leer las poesías de mi abuelo leo una que escribí sobre él:
A MI ABUELO HIGINIO
Recuerdo
tu empecinada manera de
ser libre:
orgulloso sin vanidad,
desarraigado sin
resentimientos.
Te recuerdo
intolerante, rebelde,
despreciando lo mediocre,
amando la verdad,
con miedo a la ternura.
Recuerdo:
la soledad de tu muerte
sin desesperación,
con decepción y fatiga.
LA ESPERANZA
Afán de todos los días
que la suerte lleva
oculto,
y en el alma se hace culto
con dolores y alegrías.
Anhelo del corazón
bajo su alero escondido,
como armonioso latido
germen de nuestra ilusión.
Prenda del humano ser
en constante dinamismo,
ansia que debe tener
como parte de sí mismo.
Faro que alumbra el
destino
de la vida en el camino.
¿QUIÉN ES DIOS?
¡Tremendo interrogante!
Es el sumun de la ciencia,
proyección de la conciencia,
es guía del caminante.
Libertad humanizada,
es lo infinito y eterno,
es la gloria y el averno,
es el todo y es la nada.
Esencia de la verdad,
es como radiante sol
que fabrica en su crisol
el fruto de la bondad.
¡Y es el principio y el fin,
que carece de confín!
LA VERDAD
Debiera ser el blasón
de los hombres en la vida,
como enseña bien prendida
dentro de su corazón.
Como sublime razón
de moral establecida;
como ley reconocida
que fuera una obligación.
Conviviríamos todos
felices en buena hora
y no con mentidos modos,
como vivimos ahora…
Cuando triunfe la verdad
se vivirá en hermandad.
A LOS OJOS DE UNA DAMA
El día que usted nació
quiso Dios que hiciera
frío,
de dos gotas de rocío
dos luceros fabricó.
Con ellos perfeccionó
su rostro, y tal atavío
le dio tanto señorío
que en ángel la convirtió.
Puso Dios tanta dulzura
en sus ojos seductores,
de mirada limpia y pura,
y les dio tal sugestión,
que sus claros
resplandores
nos llegan al corazón.
EL SALVAJE
Niño grande carente de
instrucción,
vive solo en estado
natural;
procede con instinto de
animal,
sin saber si le asiste la
razón.
Lo que quiere, lo quiere
con pasión.
Ignora si hace bien o si
hace mal.
Usa siempre del modo más
brutal
por lograr su total
satisfacción.
También entre los doctos
diplomados
hay muchos que ocultando
su conciencia
aplican hacia el mal toda
su ciencia,
con el fin de llegar a
potentados.
Comparando a los dos no
será extraño
que sean éstos los que
hacen mayor daño.
EN LA TUMBA DE MI
MADRE (Un sueño)
Aquí estás ¡oh madre mía!
bajo estos tristes abrojos,
do yo postrado de hinojos
te lloré en aciago día.
Aquí vengo a recordar
tus besos y tus caricias,
tus abrazos y delicias
que no volveré a gozar.
Aquí despierta en mi mente
el hálito embriagador,
que gustaba con amor
en tus ósculos ardientes.
Aquí tu sincero querer
que es el más puro cariño,
aquél que cuando era niño
me causó tanto placer.
Aquí el dulce sonreír
con el cual gozaba tanto,
a veces desecho en llanto
sin saber lo que pedir.
Aquí el suave calor
que en tu regazo gustaba,
cuando el sueño reposaba
sin conocer el dolor.
Aquí descansa tu ser,
tu voz, tu vida, tu
aliento,
tu sin igual sentimiento,
cuanto bello puede haber.
Aquí mi amor y mi dicha
por siempre depositados,
los dos vienen enlutados
a contarte su desdicha.
Aquí te invoco y no vienes
cual corrías azorada
cuando niño a mi llamada.
¿Por qué madre te
detienes?
Aquí estoy madre adorada
abrázame con ternura,
bájame a tu sepultura
o llévame a tu morada.
Aquí todo me fastidia,
quiero volver a tu lado.
Aquí siempre fui atacado
de más o menos perfidia.
Aquí nada se disfruta,
todo es mentira y ficción,
alguna que otra ilusión
con incesante disputa.
Aquí imploro tu consuelo,
más ¿no pido una locura?
si aquí no hay más que
basura,
¡si ella ha de estar en el
Cielo!
Aquí sólo está la tumba
de negra cruz adornada
y en sus entrañas la nada,
la materia nauseabunda.
Aquí horrible decepción
vengo por fin a encontrar,
y en la mente el despertar
de fantástica ilusión.
Volveré pues a luchar
y seguiré mi partida,
para sufrir en la vida
por no poderte abrazar.
REFLEXIONES
I
Quien no sabe de
inquietudes,
de sueños ni fantasías,
no tendrá paz ni alegría,
carecerá de virtudes.
¡Que ha conseguido
riqueza!
Y eso ¿qué valor tiene
si con ella no se obtiene
el saber y la grandeza?
Más fácil que estén unidos
en la mano el agua y fuego,
que encontremos reunidos
la cultura y el dinero.
En general la riqueza
sólo es sudor de pobreza.
II
Debes combatir el mal
practicando la virtud,
y dar a la juventud
enseñanza magistral.
Con ejemplo patriarcal,
en toda su plenitud
debe mostrar tu actitud
la verdad trascendental.
Se debe enseñar al niño
que practique la bondad,
y de Jesús el cariño
sembrar en la humanidad.
Si quieres ganar el Cielo,
sencilla vida en el suelo.
Higinio Pérez Fuertes y Mario Fournier MI FELICIDAD
Yo no quiero más riqueza
ni ambiciono más fortuna
que la plata de la luna,
plena de luz y belleza.
Ver cuando la aurora
empieza
libre de codicia alguna
y ver, sin pena ninguna,
al sol que se despereza.
Y cuando madre natura
ya comienza a despertar
¡qué alegría el contemplar
de las flores la
hermosura,
y al mismo tiempo gozar
de mi amada la ternura!
CLARO AMANECER EN MINA
CLAVERO
I
Fresca brisa matinal
que aromatiza el ambiente;
manso viento de la aurora
que ha empezado a circular,
saturando el organismo
de salud y bienestar;
rumor de cantos alegres
que invitan a caminar.
II
Me dirijo hacia la sierra
y me paro a contemplar
el verdor de la campiña
de belleza singular,
y la multitud de flores
que adornan el pastizal
formando con sus colores
una alfombra natural.
III
Hay unos pájaros blancos,
delicias de la región,
que parecen en las ramas
floraciones de algodón;
diz que son almas en pena
encantadas por amor,
que andan buscando a su
amante
que ingrato las olvidó.
IV
Asoma por el oriente
un dorado resplandor,
que aclara los nubarrones
con sus rayos
esplendentes;
es de la luz el crisol
que trabaja entre telones
y nos va cubriendo el cielo,
con matices de arrebol.
V
Aumenta la algarabía
de los pájaros cantores,
saludando al astro rey
con dulcísimas canciones;
el sol despierta a la tierra
con su luz y su calor,
y los seres que la pueblan
dan comienzo a su labor.
VI
Todos, con grato placer,
obedecen muy cumplidos,
de nuestra madre natura,
por entero con su ley;
sólo el hombre, con saber,
se aparta de la verdad
sin sentido y sin mesura,
viviendo en la oscuridad.
VIENDO PASAR
Desde mi humilde retiro,
donde el vivir es
tranquilo,
contemplo a la caravana
de esta necia humanidad
como lucha por llegar
hacia la cumbre ignorada.
Los pocos que abajo quedan
son los que ya nada
esperan
de este luchar tan feroz,
porque están aleccionados
de los múltiples engaños
que nos reserva traidor.
Los demás, con ansia loca,
por la pendiente escabrosa
suben todos a porfía,
sin pensar que en su
contienda
van dejando estas miserias
por llegar primero arriba.
Unos pocos han logrado,
después de causar mil
daños,
escalar la meta ansiada
donde creyeron hallar
una venturosa paz
con que a diario soñaban.
Pero ¡oh destino fatal!,
los que lograron triunfar
no vieron en la pendiente
las víctimas que causaron,
y al fin no fueron
librados
del sufrimiento y la
muerte.
Y yo, desde mi retiro
donde el vivir es
tranquilo,
vuelvo la vista aterrado
y advierto allá en
lontananza
como, tras leve montaña,
se esconde el sol por ocaso.
.
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