SENSACIONES IMPRECISAS
Mis breves palabras de hoy
no se originan en ideas, temas, conceptos o palabras previas que me hayan
inspirado.
De modo que me dejo llevar
por sensaciones que transcurren por mi mente, a veces turbulentas, de pronto
serenamente indecisas, también suaves y somnolientas, de colores indefinidos,
arremolinándose con pereza o precipitándose rápidamente en el olvido para
reaparecer más tarde como un murmullo lejano. Mi mente suele funcionar así, entrelazando sensaciones. Hasta
que todo se torna claro y preciso, riguroso y casi matemático, como dispuesto a
resolver el teorema más complejo y fundamental.
Hoy mis pensamientos, como
he comentado, son imprecisas sensaciones que fluyen y debo retener con rapidez,
como si estuviera cazando fantasmas, para poder así escribir mis breves
palabras, que no sé cuáles son.
Es que para establecer un
discurso, más o menos coherente, es imprescindible ordenar con criterio cada
letra, no confundir el orden de las palabras, y conseguir que la sucesión de
frases tenga sentido para quien las
escucha o lee. De lo contrario, el fracaso es seguro y la comunicación
imposible.
Claro que si pensamos de
antemano en el fracaso, la dificultad aumentará y la comunicación será aún más
difícil. ¿Pero qué valor real contiene
el fracaso y cuál es la verdadera trascendencia del triunfo?
Aún mediando los mayores
recursos y cuidados cualquier propósito puede concluir en un fracaso, o el
fracaso puede ser consecuencia de la improvisación y la irresponsabilidad, y en
ambos casos la única solución madura será analizar el caso, sacar conclusiones
que nos permitan reconocer los errores cometidos y buscar soluciones adecuadas.
Aunque en esta época sea habitual evitar cualquier responsabilidad y buscar
culpables para justificar los errores personales.
¿Y cuál es la importancia
del triunfo? El prestigioso realizador cinematográfico iraní ABBAS KIAROSTAMI
comenta, en una entrevista para una revista especializada en cine, que si no se piensa en el éxito el fracaso no
significa nada, pues el sentido fundamental de cualquier proyecto debería estar
en el proyecto en sí, en el placer de trabajar en él y concretarlo.
Si se obtiene éxito
-agrego yo- a disfrutarlo, de lo contrario no pasa nada y también se puede
disfrutar y mucho de la labor hecha a conciencia, con rigor, aunque en
principio no sea valorada por los demás.
Y a seguir andando hacia
un nuevo proyecto con la experiencia adquirida, siempre dispuesto a trabajar
sin concesiones y con entusiasmo renovado.
Y si cuesta recuperar el
entusiasmo habrá que acudir a estímulos adicionales, preferentemente no tóxicos
ni adictivos, como las palabras y el cariño de quienes nos quieren. Quizá
también, detenerse a observar cómo la naturaleza, después de ser arrasada por
la estupidez o la alevosía de un pirómano, renace imperturbable y decidida.
¿Que vive usted aislado por el cemento y las
más variadas contaminaciones y no lo consuela de sus fracasos mi ejemplo de las plantitas chamuscadas que reverdecen? Pues busque usted
otros recursos para superar su trauma, y así habrá iniciado un nuevo proyecto
para no quedar eternamente atornillado al pasado que lo frustra.
Porque es primordial vivir
con lucidez e intensidad el hoy que nos brinda la vida, ya que no tenemos la
menor garantía de mañana. El pasado puede ser una fuente de conocimientos y
experiencias, el hoy/ahora es realmente vida, mientras que el futuro, aunque a
veces pueda ser presentido por magos y pitonisas es, al mismo tiempo, casi
absolutamente impredecible y definitivamente incierto.
O sea que no se pierda
usted este exacto momento, y si no termina de enterarse busque un espejo y obsérvese
y pálpese por un instante. Comprobará, casi con seguridad, que usted
existe (también puede suceder que no lo
compruebe, pero no se desanime). Después, asómese a una ventana o, en caso de no contar con una
ventana a mano, trate de encontrar un espacio exterior y observe ese cielo
pleno y despejado, o esas nubes amenazantes, o la lluvia torrencial que lo
obliga a encerrarse nuevamente, y perciba el calor sofocante o el frio polar
que estremecen su piel, incluso el embrutecedor ruido o el mullido silencio que
le han tocado, aleatoriamente, en suerte o en desgracia. Son suyos, le
pertenecen.
No lo dude, todo lo que ha comprobado forma parte de su
realidad, es tan suyo como de su vecino, demuestra que usted está presuntamente
vivo y que lo que debe hacer es vivir su lluvia, su calor, su venenosa
contaminación o su espléndido cielo azul. Hoy, ahora, sin dilaciones, con plena
conciencia, porque el antes y el después no existen.
Así es como en mí, antes, no
existía la posibilidad de escribir este texto que ahora leo mientras, afuera,
detrás de mi ventana, atardece en grises que anuncian lluvias que nadie puede
predecir con exactitud cuándo llegarán o si llegarán.
Me he dejado llevar por
mis somnolientas sensaciones del inicio, las palabras se han ido encauzando y
acelerando para crear imágenes que se han asociado entre sí y me han conducido
al punto y seguido que escribo ahora. Nuevamente he sido el médium, el que
comunica, jugando con los sonidos, tejiendo las palabras.
Releo lo que he escrito
para poder sintetizar una conclusión. Debía escribir mis breves palabras sin
tener claros tema y objetivo. Podría haberme detenido ante el vacío, antes de
intentarlo. Entonces, del fondo de mi memoria surgieron las palabras de mi
mejor profesor de pintura.
Cuando no tengan
inspiración, recomendaba a sus alumnos, no se paralicen, no se dejen vencer por
la inercia. Den vueltas por el lugar de trabajo, bárranlo, quiten el polvo,
acomoden los materiales de trabajo y mantengan contacto con ellos, dialoguen
con el lienzo en blanco y déjense llevar por el trazo de una línea casual que
los invite a continuar trabajando y trabajando, a continuar experimentando,
buscando en libertad, porque sí, sin propósitos definidos, sin pretender el
éxito, sin temer al fracaso.
Pero jamás se detengan ni
se desanimen. Hoy, ahora, es la vida.
Las poesías de hoy tienen como protagonista a la siempre recordada escritora ecuatoriana MARIANA CRISTINA GARCÍA, poeta, periodista e inmejorable y querida amiga durante mi estadía en Quito, fallecida prematuramente en 1985, a la edad de 34 años.
A ella le dedico este
programa, en el que leeré poesías de su libro póstumo “Voces para recordar”,
editado en 1987.
Mariana Cristina García
Dibujo de Mario Fournier para el libro “Voces para recordar”
Mariana Cristina García y Mario Fournier, en Ambato, Ecuador.
Mariana Cristina García y Mario Fournier, en Ambato, Ecuador.
ÉL ES ASÍ
Él
está sentado cabizbajo al sol,
el
naranjo se eleva hacia lo alto,
él
tiene tantos años,
también
sonrisas
y
algunos quebrantos.
Él
es un hombre bueno,
es
un poeta,
si
él no estuviera
yo
no podría mirar con estos ojos el azul del cielo,
ni
podría tejer este poema;
él
es mi antecedente,
si
él no hubiese estado primero
yo
ahora no escribiría;
yo
lo veo
y
me brillan las pupilas.
Él
también a sus siete años
iba
tras un juguete,
después
caminaba tras un montón de sueños;
ahora
descansa sencillamente
entre
la paz y la riqueza interior.
Yo
lo amo
con
la algarabía del paisaje,
con
la levedad del viento al rozar los ramajes,
con
la fantasía loca de cada instante.
Él
es mi padre,
él
es mi amigo,
él
es una presencia profunda en mi corazón.
NUEVO
POEMA PARA EL ANTIGUO Y MISMO AMIGO
Me
tienes de nuevo aquí ante la máquina
tratando
de hilvanar una frase para ti,
que
te sepa a recuerdo,
que
te sepa a siempre;
esta
hoja irá a engrosar
las
páginas de un quinto libro;
como
tú puedes ver esta amistad
ofrecida
desde el primer poema no ha decaído.
Es
verdad que están a punto de cerrarse
nueve
años de tu partida;
es
verdad también que a veces
me
detengo en el alto del trabajo
o
en el apresurado paso por las calles,
y
te sueño con tus sueños en las manos
y
pienso, hace poco que hubieras cumplido
los
treinta años.
Sin
embargo, sólo atinaste a llegar a los veinte,
entre
enamorarte,
la
lucha juvenil,
confeccionar
un soneto amargo,
admirar
a Catherine Deneuve,
golpearte
el corazón con la música.
Apenas
habías volteado la esquina de la adolescencia
y
esa anarquía tuya te apretó tanto, tanto
que
ya sólo entraste en una caja a tu medida y luego
te
quedaste así no más en el fondo de la pupila.
Y
pienso, sabes, que cualquiera de estos días, sin embargo,
si
no existiera esa distancia entre tú y yo,
marcada,
cosa curiosa, tan sólo por una lápida,
pienso
que un momento cualquiera
pudieras
llamarme, pudiera marcar tu teléfono
y
hablarnos.
Pienso
cual fuera la mujer que amaras,
los
hijos que tendrías;
no
vale la pena aclarar, si tú ya sabes
que
de ti nunca estuve enamorada,
lo
digo, porque nunca faltó algún incrédulo
sobre
tu amistad, sobre la mía,
acaso
porque ni antes ni ahora descubrió
que
hay miles de realidades en la vida
que
se siente de diferentes formas,
que
hay diversas maneras de ser humano
y
sabes, porque si bien no estás aquí
desde
la otra frontera vigilas,
que
siempre que te dedico un poema
la
gente fabrica un romance,
pero
no hay que explicar, después de todo, estas tonteras;
porque
mi querido amigo Marcelo,
como
tú alguna vez me dijiste
los
triunfos han sido infinitos para mí,
pero
no pude evitar tu muerte
y
ahora nunca trato de evitar tu recuerdo,
tu
voz, la figura de tus manos,
nunca,
porque tú sabes
que
si de pronto te encuentro en cualquier esquina,
con
la lluvia o con el viento,
te
invitaría a tomar un café y conversar
del
largo tiempo que llevas viajando
o
de mi trajinar a diario por la vida
y
hablaríamos de cine, de música, de amor,
de
lo que tú quisiste hacer,
de
lo que yo he hecho
y
reirías,
y
lentamente yo te iría contando un secreto
y
tú me hablarías de alguna muchacha
y
después cada cual
siguiera
el camino hacia su puerto.
Dibujo de Mario Fournier para el libro “Voces para recordar”
¿POR QUÉ HE DE PREOCUPARME…
¿Por
qué he de preocuparme
cuando
me preguntan por qué no amo?
Si
es amor el que yo conteste a sus palabras
yo
les digo que el amor está en todas partes
y
en todos los días,
en
abrir los ojos y saber que el sol aún alumbra,
en
salir a las calles y comprobar
que
a uno le sirven el corazón y los sentidos;
en
que puede encontrar a su amigo,
cumplir
su trabajo, sonreír, tomarse una taza de café,
respirar
y sentir el viento,
conversar,
protestar por lo que no nos gusta,
transitar
por la alegría, la soledad, el silencio,
la
emoción, la libertad.
DE
LA VIDA
Ser
un soplo de viento,
ser
un tramo de agua,
ser
un poco de luz,
ser
uno y mismo, quizá tenga algo de secreto.
Poseer
una verdad,
la
que no compras ni alquilas,
la
que no vendes ni empeñas,
ni
empañas,
la
que mueve el pie
hacia
el camino,
la
que vive en el pulso,
la
que te hace pensar
en
esa rara, real e irreal soledad
frente
al cosmos.
En
ella respiras,
amas,
no
pereces,
subsistes
más allá del sol o de la diminuta violeta.
Con
su certeza siembras en tu tierra,
vives,
ella es tu mirada, tu forma de entornar la pestaña,
de
trepar del corazón hacia el afecto,
ella
es tu realidad más allá del sueño
o
es tu sueño hecho realidad.
A
momentos, como ahora, puedes formar con ella
un
juego de palabras,
más
que audaz,
sincero.
Por
eso no reniegues de ella,
porque
esto de conocerse es bueno
si
se está tratando de escalar hacia lo alto.
Esto
te permite considerar
que
de la verdad no se hacen copias,
ni
se la moldea en una fábrica;
tenerla
cuesta más que un ojo de la cara,
de
ahí que no convenga
perderla,
subastarla, cambiarla,
sin
ella puede cubrirte
un
mundo habitado de sombras.
EL
POEMA
A
veces el poema se torna fugaz o se produce
en
la difícil forma de poner, ordenar, intercalar palabras,
pero
igualmente nos pertenece,
de
la misma manera que somos dueños del sol,
de
las estrellas,
del
viento, de las guerras,
de
la ternura, de la violencia.
El
poema es vital
como
vital es el habla,
es
transparente como el agua que viene con el invierno,
es
total como el reflejo que se da
de
nuestra imagen en el espejo.
El
poema nace con la sangre y el aliento
y
a veces es un huracán que se produce dentro,
de
pronto es una rosa o un velero
y
a menudo la comarca nativa de los sueños.
El
poema es real
por
aquello de la sílaba,
por
la rara exactitud,
porque
la voz es una niña que crece,
porque
es tuyo y a la vez lo sientes distante,
y
sobre todo porque te enseña a amar.
El
poema está aquí y lo conozco,
es
el mar o la isla desierta
o
es toda inmensa forma de protesta.
Dibujo de Mario Fournier para el libro “Voces para recordar”
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