LAS BREVES PALABRAS - IX




SENSACIONES IMPRECISAS

Mis breves palabras de hoy no se originan en ideas, temas, conceptos o palabras previas que me hayan inspirado.

De modo que me dejo llevar por sensaciones que transcurren por mi mente, a veces turbulentas, de pronto serenamente indecisas, también suaves y somnolientas, de colores indefinidos, arremolinándose con pereza o precipitándose rápidamente en el olvido para reaparecer más tarde como un murmullo lejano. Mi mente suele funcionar así, entrelazando sensaciones. Hasta que todo se torna claro y preciso, riguroso y casi matemático, como dispuesto a resolver el teorema más complejo y fundamental.

Hoy mis pensamientos, como he comentado, son imprecisas sensaciones que fluyen y debo retener con rapidez, como si estuviera cazando fantasmas, para poder así escribir mis breves palabras, que no sé cuáles son.

Es que para establecer un discurso, más o menos coherente, es imprescindible ordenar con criterio cada letra, no confundir el orden de las palabras, y conseguir que la sucesión de frases tenga sentido para quien las escucha o lee. De lo contrario, el fracaso es seguro y la comunicación imposible.

Claro que si pensamos de antemano en el fracaso, la dificultad aumentará y la comunicación será aún más difícil.  ¿Pero qué valor real contiene el fracaso y cuál es la verdadera trascendencia del triunfo?

Aún mediando los mayores recursos y cuidados cualquier propósito puede concluir en un fracaso, o el fracaso puede ser consecuencia de la improvisación y la irresponsabilidad, y en ambos casos la única solución madura será analizar el caso, sacar conclusiones que nos permitan reconocer los errores cometidos y buscar soluciones adecuadas. Aunque en esta época sea habitual evitar cualquier responsabilidad y buscar culpables para justificar los errores personales. 

¿Y cuál es la importancia del triunfo? El prestigioso realizador cinematográfico iraní ABBAS KIAROSTAMI comenta, en una entrevista para una revista especializada en cine, que  si no se piensa en el éxito el fracaso no significa nada, pues el sentido fundamental de cualquier proyecto debería estar en el proyecto en sí, en el placer de trabajar en él y concretarlo.
Si se obtiene éxito -agrego yo- a disfrutarlo, de lo contrario no pasa nada y también se puede disfrutar y mucho de la labor hecha a conciencia, con rigor, aunque en principio no sea valorada por los demás.

Y a seguir andando hacia un nuevo proyecto con la experiencia adquirida, siempre dispuesto a trabajar sin concesiones y con entusiasmo renovado.

Y si cuesta recuperar el entusiasmo habrá que acudir a estímulos adicionales, preferentemente no tóxicos ni adictivos, como las palabras y el cariño de quienes nos quieren. Quizá también, detenerse a observar cómo la naturaleza, después de ser arrasada por la estupidez o la alevosía de un pirómano, renace imperturbable y decidida.

¿Que vive usted aislado por el cemento y las más variadas contaminaciones y no lo consuela de sus fracasos mi ejemplo de las plantitas chamuscadas que reverdecen? Pues busque usted otros recursos para superar su trauma, y así habrá iniciado un nuevo proyecto para no quedar eternamente atornillado al pasado que lo frustra.

Porque es primordial vivir con lucidez e intensidad el hoy que nos brinda la vida, ya que no tenemos la menor garantía de mañana. El pasado puede ser una fuente de conocimientos y experiencias, el hoy/ahora es realmente vida, mientras que el futuro, aunque a veces pueda ser presentido por magos y pitonisas es, al mismo tiempo, casi absolutamente impredecible y definitivamente incierto.

O sea que no se pierda usted este exacto momento, y si no termina de enterarse busque un espejo y obsérvese y pálpese por un instante. Comprobará, casi con seguridad, que usted existe (también puede suceder que no lo compruebe, pero no se desanime). Después, asómese  a una ventana o, en caso de no contar con una ventana a mano, trate de encontrar un espacio exterior y observe ese cielo pleno y despejado, o esas nubes amenazantes, o la lluvia torrencial que lo obliga a encerrarse nuevamente, y perciba el calor sofocante o el frio polar que estremecen su piel, incluso el embrutecedor ruido o el mullido silencio que le han tocado, aleatoriamente, en suerte o en desgracia. Son suyos, le pertenecen.

No lo dude, todo lo que ha comprobado forma parte de su realidad, es tan suyo como de su vecino, demuestra que usted está presuntamente vivo y que lo que debe hacer es vivir su lluvia, su calor, su venenosa contaminación o su espléndido cielo azul. Hoy, ahora, sin dilaciones, con plena conciencia, porque el antes y el después no existen.

Así es como en mí, antes, no existía la posibilidad de escribir este texto que ahora leo mientras, afuera, detrás de mi ventana, atardece en grises que anuncian lluvias que nadie puede predecir con exactitud cuándo llegarán o si llegarán.

Me he dejado llevar por mis somnolientas sensaciones del inicio, las palabras se han ido encauzando y acelerando para crear imágenes que se han asociado entre sí y me han conducido al punto y seguido que escribo ahora. Nuevamente he sido el médium, el que comunica, jugando con los sonidos, tejiendo las palabras.

Releo lo que he escrito para poder sintetizar una conclusión. Debía escribir mis breves palabras sin tener claros tema y objetivo. Podría haberme detenido ante el vacío, antes de intentarlo. Entonces, del fondo de mi memoria surgieron las palabras de mi mejor profesor de pintura. 

Cuando no tengan inspiración, recomendaba a sus alumnos, no se paralicen, no se dejen vencer por la inercia. Den vueltas por el lugar de trabajo, bárranlo, quiten el polvo, acomoden los materiales de trabajo y mantengan contacto con ellos, dialoguen con el lienzo en blanco y déjense llevar por el trazo de una línea casual que los invite a continuar trabajando y trabajando, a continuar experimentando, buscando en libertad, porque sí, sin propósitos definidos, sin pretender el éxito, sin temer al fracaso.

Pero jamás se detengan ni se desanimen. Hoy, ahora, es la vida.  


   


Las poesías de hoy tienen como protagonista a la siempre recordada escritora ecuatoriana MARIANA CRISTINA GARCÍA, poeta, periodista e inmejorable y querida amiga durante mi estadía en Quito, fallecida prematuramente en 1985, a la edad de 34 años.
A ella le dedico este programa, en el que leeré poesías de su libro póstumo “Voces para recordar”, editado en 1987.



 Mariana Cristina García
Dibujo de Mario Fournier para el libro “Voces para recordar”





Mariana Cristina García y Mario Fournier, en Ambato, Ecuador.



ÉL ES ASÍ

Él está sentado cabizbajo al sol,
el naranjo se eleva hacia lo alto,
él tiene tantos años,
también sonrisas
y algunos quebrantos.

Él es un hombre bueno,
es un poeta,
si él no estuviera
yo no podría mirar con estos ojos el azul del cielo,
ni podría tejer este poema;
él es mi antecedente,
si él no hubiese estado primero
yo ahora no escribiría;
yo lo veo
y me brillan las pupilas.

Él también a sus siete años
iba tras un juguete,
después caminaba tras un montón de sueños;
ahora descansa sencillamente
entre la paz y la riqueza interior.

Yo lo amo
con la algarabía del paisaje,
con la levedad del viento al rozar los ramajes,
con la fantasía loca de cada instante.

Él es mi padre,
él es mi amigo,
él es una presencia profunda en mi corazón.


NUEVO POEMA PARA EL ANTIGUO Y MISMO AMIGO

Me tienes de nuevo aquí ante la máquina
tratando de hilvanar una frase para ti,
que te sepa a recuerdo,
que te sepa a siempre;
esta hoja irá a engrosar
las páginas de un quinto libro;
como tú puedes ver esta amistad
ofrecida desde el primer poema no ha decaído.

Es verdad que están a punto de cerrarse
nueve años de tu partida;
es verdad también que a veces
me detengo en el alto del trabajo
o en el apresurado paso por las calles,
y te sueño con tus sueños en las manos
y pienso, hace poco que hubieras cumplido
los treinta años.
Sin embargo, sólo atinaste a llegar a los veinte,
entre enamorarte,
la lucha juvenil,
confeccionar un soneto amargo,
admirar a Catherine Deneuve,
golpearte el corazón con la música.

Apenas habías volteado la esquina de la adolescencia
y esa anarquía tuya te apretó tanto, tanto
que ya sólo entraste en una caja a tu medida y luego
te quedaste así no más en el fondo de la pupila.
Y pienso, sabes, que cualquiera de estos días, sin embargo,
si no existiera esa distancia entre tú y yo,
marcada, cosa curiosa, tan sólo por una lápida,
pienso que un momento cualquiera
pudieras llamarme, pudiera marcar tu teléfono
y hablarnos.

Pienso cual fuera la mujer que amaras,
los hijos que tendrías;
no vale la pena aclarar, si tú ya sabes
que de ti nunca estuve enamorada,
lo digo, porque nunca faltó algún incrédulo
sobre tu amistad, sobre la mía,
acaso porque ni antes ni ahora descubrió
que hay miles de realidades en la vida
que se siente de diferentes formas,
que hay diversas maneras de ser humano
y sabes, porque si bien no estás aquí
desde la otra frontera vigilas,
que siempre que te dedico un poema
la gente fabrica un romance,
pero no hay que explicar, después de todo, estas tonteras;
porque mi querido amigo Marcelo,
como tú alguna vez me dijiste
los triunfos han sido infinitos para mí,
pero no pude evitar tu muerte
y ahora nunca trato de evitar tu recuerdo,
tu voz, la figura de tus manos,
nunca, porque tú sabes
que si de pronto te encuentro en cualquier esquina,
con la lluvia o con el viento,
te invitaría a tomar un café y conversar
del largo tiempo que llevas viajando
o de mi trajinar a diario por la vida
y hablaríamos de cine, de música, de amor,
de lo que tú quisiste hacer,
de lo que yo he hecho
y reirías,
y lentamente yo te iría contando un secreto
y tú me hablarías de alguna muchacha
y después cada cual
siguiera el camino hacia su puerto.


 Dibujo de Mario Fournier para el libro “Voces para recordar”



¿POR QUÉ HE DE PREOCUPARME…

¿Por qué he de preocuparme
cuando me preguntan por qué no amo?
Si es amor el que yo conteste a sus palabras
yo les digo que el amor está en todas partes
y en todos los días,
en abrir los ojos y saber que el sol aún alumbra,
en salir a las calles y comprobar
que a uno le sirven el corazón y los sentidos;
en que puede encontrar a su amigo,
cumplir su trabajo, sonreír, tomarse una taza de café,
respirar y sentir el viento,
conversar, protestar por lo que no nos gusta,
transitar por la alegría, la soledad, el silencio,
la emoción, la libertad.


DE LA VIDA

Ser un soplo de viento,
ser un tramo de agua,
ser un poco de luz,
ser uno y mismo, quizá tenga algo de secreto.

Poseer una verdad,
la que no compras ni alquilas,
la que no vendes ni empeñas,
ni empañas,
la que mueve el pie
hacia el camino,
la que vive en el pulso,
la que te hace pensar
en esa rara, real e irreal soledad
frente al cosmos.

En ella respiras,
amas,
no pereces,
subsistes más allá del sol o de la diminuta violeta.
Con su certeza siembras en tu tierra,
vives, ella es tu mirada, tu forma de entornar la pestaña,
de trepar del corazón hacia el afecto,
ella es tu realidad más allá del sueño
o es tu sueño hecho realidad.

A momentos, como ahora, puedes formar con ella
un juego de palabras,
más que audaz,
sincero.

Por eso no reniegues de ella,
porque esto de conocerse es bueno
si se está tratando de escalar hacia lo alto.

Esto te permite considerar
que de la verdad no se hacen copias,
ni se la moldea en una fábrica;
tenerla cuesta más que un ojo de la cara,
de ahí que no convenga
perderla, subastarla, cambiarla,
sin ella puede cubrirte
un mundo habitado de sombras.


EL POEMA

A veces el poema se torna fugaz o se produce
en la difícil forma de poner, ordenar, intercalar palabras,
pero igualmente nos pertenece,
de la misma manera que somos dueños del sol,
de las estrellas,
del viento, de las guerras,
de la ternura, de la violencia.

El poema es vital
como vital es el habla,
es transparente como el agua que viene con el invierno,
es total como el reflejo que se da
de nuestra imagen en el espejo.

El poema nace con la sangre y el aliento
y a veces es un huracán que se produce dentro,
de pronto es una rosa o un velero
y a menudo la comarca nativa de los sueños.

El poema es real
por aquello de la sílaba,
por la rara exactitud,
porque la voz es una niña que crece,
porque es tuyo y a la vez lo sientes distante,
y sobre todo porque te enseña a amar.

El poema está aquí y lo conozco,
es el mar o la isla desierta
o es toda inmensa forma de protesta.


 Dibujo de Mario Fournier para el libro “Voces para recordar”







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