LAS BREVES PALABRAS - VI




FLOTATS: TRABAJO, TRABAJO Y TRABAJO…
 

Mis breves palabras de hoy han sido inspiradas por las declaraciones de JOSEP MARÍA FLOTATS en una entrevista publicada por una revista especializada en teatro.

A la pregunta “¿Qué es imperdonable en escena?” Flotats, el gran maestro de la actuación y la dirección, respondía: “Subir a un escenario es un acto de pretensión increíble, pensar que uno se va a subir a un escenario y va a conseguir que el público lo escuche y lo mire es de una pedantería patológica. La única manera de que no sea un pecado es merecerlo. ¿Y cómo se merece?: trabajando, trabajando, trabajando… Y sólo cuando se ha trabajado muchísimo uno puede  humildemente subirse a un escenario e intentar dialogar.”

El rotundo comentario de Flotats es muy necesario en esta época de improvisados y pretenciosos que, no sólo en el mundo del teatro sino en casi todos los ámbitos, se sienten con derecho a proclamarse especialistas en esto o aquello, cuando en realidad sólo son irresponsables sin el menor criterio profesional y, sobre todo, sin el menor sentido de la autocrítica.

Y del mismo modo en que proliferan los cursillos de fin de semana y los talleres fraudulentos, se multiplican los especialistas y los profesionales de la nada que “forman” nuevos especialistas y profesionales de la nada.

¿Y cómo se forma un profesional?: estudiando, estudiando y estudiando, experimentando, experimentando y experimentando o, lo que es lo mismo, como bien lo expresó Flotats, trabajando, trabajando y trabajando. Nunca asistiendo a cursos acelerados que prometen conocimientos imposibles de adquirir en esas condiciones.

Se deduce, por consiguiente, que el tiempo, la constancia y el esfuerzo personal son fundamentales para obtener conocimientos teóricos. Que éstos necesitan de un largo período de experimentación, comparación y comprobación, para intentar bastante tiempo después transmitir esos conocimientos a otros.

Por supuesto, también existe el genio capaz de avanzar por delante de la mayoría, pero normalmente el genio no se adjudica esta condición justamente porque su inteligencia superior lo hace ser más exigente y autocrítico y por consiguiente menos vanidoso. Aunque las excepciones siempre son posibles.

Pero la sociedad de consumo exige velocidad para obtener resultados inmediatos y exhibibles, confunde intensidad con estrés, no valora la  auténtica responsabilidad y menos la profundidad, y desprecia el rigor y la coherencia. Por supuesto, el autoconocimiento, la autocrítica y, en fin, el sentido crítico en general son poco divertidos y además peligrosos.

De modo que cualquiera puede otorgarse cualquier especialización en este mundo de currículos inventados, desbordado de estilistas, monitores, diseñadores, exhibicionistas, programadores, creadores imprevistos, entretenedores y aventureros de variado y adaptable pelaje dispuestos a explotar velozmente y sin escrúpulos la primera ocasión rentable que encuentren a su paso.

Volviendo a Flotats y sus declaraciones que exigen trabajo, trabajo y trabajo para que alguien pueda considerarse actor, o autor o director de algo, es fundamental recordar que los actores, los autores y los directores más admirados por sus cualidades comprobables suelen ser los que han sabido responder a las exigencias del trabajo constante, disciplinado y riguroso. ¿Y qué hay detrás de un auténtico  bailarín o de un músico notable?: trabajo, trabajo y trabajo.

Al fin, cualquier labor bien hecha exige un mínimo de conocimiento, esfuerzo y sentido de la responsabilidad. Claro que también es posible hacer sin conocimiento, con mínimo esfuerzo y ninguna responsabilidad. Y no enterarse, y sentirse satisfecho con adulaciones y cumplidos, y en caso de fracasar culpar a las circunstancias adversas, a la falta de presupuesto o a los “otros” que no han estado a la altura.

Dependerá entonces de la conciencia de cada uno la elección del método necesario para conseguir los objetivos deseados. De modo que siempre se puede optar, con mayor o menor margen de posibilidades, pero optar, y también rectificar cada vez que sea necesario.

Lo que no se puede es obtener máximos resultados con mínimos esfuerzos. Siempre es y será imprescindible trabajar y trabajar para conocer y comprender más, para transmitir mejor. Las metas nunca se alcanzan, siempre aparecerán nuevas expectativas y con ellas nuevas metas con otras exigencias. Lo fundamental es llegar a saber cuál es nuestro espacio, en qué y dónde podemos desarrollar mejor nuestras aptitudes. A partir de esta certeza nuestro esfuerzo debería desarrollarse naturalmente, sin pretensiones absurdas de lograr el éxito y la fama, sólo pretendiendo alcanzar los objetivos válidos para nuestra evolución personal y profesional.


Josep María Flotats 






 
Miguel Hernández

Nuestro poeta de hoy se llama MIGUEL HERNÁNDEZ, nace en Orihuela en 1910 y muere en Alicante en 1942, a consecuencia de la Guerra Civil, con tan sólo 32 años. Hijo de un humilde pastor y pastor él mismo, en su corta y desgraciada vida creó, posiblemente, la más lírica y conmovedora poesía de su generación.



UMBRÍO POR LA PENA, CASI BRUNO…


Umbrío por la pena, casi bruno,
porque la pena tizna cuando estalla,
donde yo no me hallo no se halla
hombre más apenado que ninguno.

Sobre la pena duermo solo y uno,
pena en mi paz y pena en mi batalla,
perro que ni me deja ni se calla,
siempre a su dueño fiel, pero importuno.

Cardos y penas llevo por corona,
cardos y penas siembran sus leopardos
y no me dejan bueno hueso alguno.

No podrá con la pena mi persona
rodeada de penas y de cardos:
¡cuánto penar para morirse uno!



Joan Manuel Serrat canta “Umbrío por la pena”, con letra de Miguel Hernández y música de su autoría.





LA BOCA


Boca que arrastra mi boca,
boca que me has arrastrado:
boca que vienes de lejos
a iluminarme de rayos.

Alba que das a mis noches
un resplandor rojo y blanco.
Boca poblada de bocas:
pájaro lleno de pájaros.

Canción que vuelve las alas
hacia arriba y hacia abajo.
Muerte reducida a besos,
a sed de morir despacio,
das a la grama sangrante
dos tremendos aletazos.

El labio de arriba el cielo
y la tierra el otro labio.
Beso que rueda en la sombra:
beso que viene rodando
desde el primer cementerio
hasta los últimos astros.

Astro que tiene tu boca
enmudecido y cerrado,
hasta que un roce celeste
hace que vibren sus párpados.
Beso que va a un porvenir
de muchachas y muchachos,
que no dejarán desiertos
ni las calles ni los campos.

¡Cuánta boca ya enterrada,
sin boca, desenterramos!

Bebo en tu boca por ellos
brindo en tu boca por tantos
que cayeron sobre el vino
de los amorosos vasos.
Hoy son recuerdos, recuerdos
besos distantes y amargos.

Hundo en tu boca mi vida,
oigo rumores de espacios,
y el infinito parece
que sobre mí se ha volcado.

He de volver a besarte,
he de volver. Hundo, caigo,
mientras descienden los siglos
hacia los hondos barrancos
como una febril nevada
de besos enamorados.

Boca que desenterraste
el amanecer más claro
con tu lengua. Tres palabras,
tres fuegos has heredado:
vida, muerte, amor. Ahí quedan
escritos sobre tus labios.



MENOS TU VIENTRE


Menos tu vientre
todo es confuso.

Menos tu vientre
todo es futuro
fugaz, pasado
baldío, turbio.

Menos tu vientre
todo es oculto,
menos tu vientre
todo inseguro,
todo es postrero
polvo sin mundo.

Menos tu vientre
todo es oscuro,
menos tu vientre
claro y profundo.



CANCIÓN ÚLTIMA

 

Pintada, no vacía:
pintada está mi casa
del color de las grandes
pasiones y desgracias.

Regresará del llanto
adonde fue llevada
con su desierta mesa,
con su ruinosa cama.

Florecerán los besos
sobre las almohadas,
y en torno de los cuerpos
elevará la sábana
su intensa enredadera
nocturna, perfumada.

El odio se amortigua
detrás de la ventana.

Será la garra suave.

Dejadme la esperanza.



Joan Manuel Serrat canta “Canción última”, con letra de Miguel Hernández y música de su autoría.





ME SOBRA EL CORAZÓN


Hoy estoy sin saber yo no sé cómo,
hoy estoy para penas solamente,
hoy no tengo amistad,
hoy sólo tengo ansias
de arrancarme de cuajo el corazón
y ponerlo debajo de un zapato. 

 
Hoy reverdece aquella espina seca,
hoy es día de llantos en mi reino,
hoy descarga en mi pecho el desaliento
plomo desalentado.
 
No puedo con mi estrella.
Y busco la muerte por las manos
mirando con cariño las navajas,
y recuerdo aquel hacha compañera,
y pienso en los más altos campanarios
para un salto mortal serenamente. 

Si no fuera ¿por qué?... no sé por qué,
mi corazón escribiría una postrera carta,
una carta que llevo allí metida,
haría un tintero de mi corazón,
una fuente de sílabas, de adioses y regalos,
y ahí te quedas, al mundo le diría.
 
Yo nací en mala luna.
Tengo la pena de una sola pena
que vale más que toda la alegría.
 
Un amor me ha dejado con los brazos caídos
y no puedo tenderlos hacia más.
¿No veis mi boca qué desengañada,
qué inconformes mis ojos?

Cuanto más me contemplo más me aflijo:
cortar este dolor ¿con qué tijeras?

Ayer, mañana, hoy
padeciendo por todo
mi corazón, pecera melancólica,
penal de ruiseñores moribundos.

Me sobra corazón. 
 
Hoy, descorazonarme,
yo el más corazonado de los hombres,
y por el más, también el más amargo.
 
No sé por qué, no sé por qué ni cómo
me perdono la vida cada día.






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