LAS BREVES PALABRAS - XXI



 
APRENDIZAJE PARA DIALOGAR


Mis  breves palabras de hoy no parten de ninguna noticia que haya leído en la prensa durante los últimos días, como me sucedió con el programa del 12 de marzo. Las noticias no han cesado de reflejar la desesperanzada realidad mundial actual pero no me han inspirado, probablemente por eso mismo.

A mis breves palabras del 26 de febrero, dije que las había decidido un acogedor sol invernal que iluminaba un cielo nítido, para reflexionar entonces acerca de mi concepto de Patria.

Pero los últimos cielos de marzo no han sido nítidos ni soleados, aunque sí muchas personas han pedido mi opinión por ser una de mis patrias coincidente con la del nuevo Papa, hecho que no despierta mi entusiasmo ni mi inquietud pues el Papa argentino también podría ser húngaro, paraguayo o senegalés sin que su nacionalidad fuese un dato preponderante para su buen desempeño.  Y, al fin, lo que sí es importante es que el nuevo mandatario de la Iglesia acierte en el enfoque de su muy compleja gestión espiritual.

El 12 de febrero mis breves palabras giraron alrededor de tres conceptos, maledicencia, envidia y admiración, mientras que el 29 de enero el tema fue la aguda crisis económica, ideológica y de valores fundamentales que define nuestra época. Pero hoy la inspiración es imprecisa. Tal vez la lluvia, que aquieta el ritmo de los días, me contagie su melancolía. Aunque tengo la certeza de que la melancolía, en sí misma, es una rica fuente de inspiración.  Pero no ahora.

Trato de indagar qué situaciones me han inquietado o sensibilizado últimamente. Seguramente muchas, pero ninguna demasiado.

¿Qué he percibido de manera especial?,  ¿qué he aprendido? Y esta última pregunta sí tiene respuesta: he aprendido, una vez más y de modo más eficaz, que ante una situación conflictiva son posibles muchas más respuestas positivas que la que podemos decidir en una primera reacción, probablemente precipitada.

Que nuestra madurez o nuestra evolución como individuos, nos exigen reflexiones siempre más profundas que nos permitan elaborar estrategias más creativas. Que no es cuestión de devolver favores o indiferencias, actitudes afectuosas o agresiones evidentes. Que existen otros recursos para comunicarse y evitar desencuentros sin renunciar a principios éticos ni a convicciones personales. Que nunca es efectivo defenderse a garrotazos, ni válido pretender que nos comprendan a ultranza o por el simple hecho de creer que hablamos con claridad.

Porque siempre podemos afinar nuestras maneras, aprender a escuchar con atención, callar cuando es necesario y hablar y opinar en el momento oportuno, sin que esto signifique fingir o simular para pasar de los conflictos y de las personas.

Y aunque todo lo que ahora expreso lo conocía por haberlo experimentado, positiva y negativamente, he comprendido que siempre se puede ir más allá para evitar enfrentamientos.

Siempre debe haber un amplio margen para intentar todas las posibilidades constructivas del diálogo. Y si estas posibilidades se agotan, aún deberíamos imaginar y probar nuevos enfoques.

Por otra parte, si la comunicación es imposible, retirarse sin rencor ni resentimiento es un triunfo muy saludable. Y permitir e intentar futuras rectificaciones, es creer en las transformaciones propias del paso del tiempo y la acumulación de experiencias que pueden mejorar nuestra capacidad de análisis, reflexión y comprensión.

Vivir realmente es sin duda difícil, aprender a vivir y comprobarlo puede ser muy gratificante.



 
Alejandro Solalinde Guerra

El personaje que he elegido para destacar hoy, nace en México en 1946, es sacerdote y se llama ALEJANDRO SOLALINDE GUERRA.

En 2007 funda y dirige el albergue “Hermanos en el camino”, ubicado en el municipio de Ixtepec, en el estado mexicano de Oaxaca. Desde allí brinda asistencia humanitaria y orientación a los migrantes indocumentados, provenientes de Centro y Sudamérica, que cruzan el territorio mexicano huyendo de la miseria para tratar de ingresar en Estados Unidos.

Estos migrantes, víctimas habituales de robos, secuestros, violaciones y asesinatos a manos de bandas de criminales o narcotraficantes que los asaltan por el camino, tienen en el padre Alejandro Solalinde un desinteresado protector, que también arriesga su vida al comprometerse con ellos y ser amenazado de muerte por los delincuentes.

Defendido por Amnistía Internacional, en abril de 2011 fue invitado por los grupos de activistas de esta organización en Toledo y Talavera de la Reina, donde dio a conocer su solidario trabajo por los derechos humanos y agradeció el apoyo que ha recibido y recibe desde España.

Les he hablado del sacerdote Alejandro Solalinde, un hombre comprometido con el cambio que todos necesitamos para crear un mundo mejor.  






Jorge Luis Borges

Las poesías de hoy son de uno de los más singulares e influyentes escritores en castellano, el argentino JORGE LUIS BORGES, nacido en Buenos Aires (Argentina) en 1899, y fallecido en Ginebra (Suiza) en 1986 ; autor de libros memorables como “Historia universal de la infamia” (1935), “Ficciones”  (1944) o “El Aleph” (1949). 



LA LLUVIA


Bruscamente la tarde se ha aclarado
porque ya cae la lluvia minuciosa.
Cae o cayó. La lluvia es una cosa
que sin duda sucede en el pasado.

Quien la oye caer ha recobrado
el tiempo en que la suerte venturosa
le reveló una flor llamada rosa
y el curioso color del colorado.

Esta lluvia que ciega los cristales
alegrará en perdidos arrabales
las negras uvas de una parra en cierto

patio que ya no existe. La mojada
tarde me trae la voz, la voz deseada,
de mi padre que vuelve y que no ha muerto.



ARTE POÉTICA


Mirar el río hecho de tiempo y agua
y recordar que el tiempo es otro río,
saber que nos perdemos como el río
y que los rostros pasan como el agua.

Sentir que la vigilia es otro sueño
que sueña no soñar y que la muerte
que teme nuestra carne es esa muerte
de cada noche, que se llama sueño.

Ver en el día o en el año un símbolo
de los días del hombre y de sus años,
convertir el ultraje de los años
en una música, un rumor y un símbolo,

ver en la muerte el sueño, en el ocaso
un triste oro, tal es la poesía
que es inmortal y pobre. La poesía
vuelve como la aurora y el ocaso.

A veces en las tardes una cara
nos mira desde el fondo de un espejo;
el arte debe ser como ese espejo
que nos revela nuestra propia cara.

Cuentan que Ulises, harto de prodigios,
lloró de amor al divisar su Ítaca
verde y humilde. El arte es esa Ítaca
de verde eternidad, no de prodigios.

También es como el río interminable
que pasa y queda y es cristal de un mismo
Heráclito inconstante, que es el mismo
y es otro, como el río interminable.




EVERNESS


Sólo una cosa no hay. Es el olvido.
Dios, que salva el metal, salva la escoria
y cifra en Su profética memoria
las lunas que serán y las que han sido.

Ya todo está. Los miles de reflejos
que entre los dos crepúsculos del día
tu rostro fue dejando en los espejos
y los que irá dejando todavía.

Y todo es una parte del diverso
cristal de esa memoria, el universo;
no tienen fin sus arduos corredores

y las puertas se cierran a tu paso;
sólo del otro lado del ocaso
verás los Arquetipos y Esplendores.



"Everness" - Mario Fournier - óleo sobre lienzo.



DE QUE NADA SE SABE


La luna ignora que es tranquila y clara
y ni siquiera sabe que es la luna;
la arena, que es la arena. No habrá una
cosa que sepa que su forma es rara.

Las piezas de marfil son tan ajenas
al abstracto ajedrez como la mano
que las rige. Quizá el destino humano
de breves dichas y de largas penas

es instrumento de Otro. Lo ignoramos;
darle nombre de Dios no nos ayuda.
Vanos también son el temor, la duda

y la trunca plegaria que iniciamos.
¿Qué arco habrá arrojado esta saeta
que soy? ¿Qué cumbre puede ser la meta?



ALL OUR YESTERDAYS


Quiero saber de quién es mi pasado.
¿De cuál de los que fui? ¿Del ginebrino
que trazó algún hexámetro latino
que los lustrales años han borrado?

¿Es de aquel niño que buscó en la entera
biblioteca del padre las puntuales
curvaturas del mapa y las ferales
formas que son el tigre y la pantera?

¿O de aquel otro que empujó una puerta
detrás de la que un hombre se moría
para siempre, y besó en el blanco día

la cara que se va y la cara muerta?
Soy los que ya no son. Inútilmente
soy en la tarde esa perdida gente.



BUENOS AIRES


Y la ciudad, ahora, es como un plano
de mis humillaciones y fracasos;
desde esa puerta he visto los ocasos
y ante ese mármol he aguardado en vano.

Aquí el incierto ayer y el hoy distinto
me han deparado los comunes casos
de toda suerte humana; aquí mis pasos
urden su incalculable laberinto.

Aquí la tarde cenicienta espera
el fruto que le debe la mañana;
aquí mi sombra en la no menos vana

sombra final se perderá, ligera.
No nos une el amor sino el espanto
será por eso que la quiero tanto.


Susana Rinaldi recita "Buenos Aires" con letra de Jorge Luis Borges y música de Osvaldo Piro.






LA ESPERA


Antes que suene el presuroso timbre
y abran la puerta y entres, oh esperada
por la ansiedad, el universo tiene
que haber ejecutado una infinita
serie de actos concretos. Nadie puede
computar ese vértigo, la cifra
de lo que multiplican los espejos,
de sombras que se alargan y regresan,
de pasos que divergen y convergen.
La arena no sabría numerarlos.
(En mi pecho, el reloj de sangre mide
el temeroso tiempo de la espera.)

Antes que llegues,
un monje tiene que soñar con un ancla,
un tigre tiene que morir en Sumatra,
nueve hombres tienen que morir en Borneo.



MILONGA DE MANUEL FLORES

Manuel Flores va a morir,
eso es moneda corriente;
morir es una costumbre
que sabe tener la gente.

Y sin embargo me duele
decirle adiós a la vida,
esa cosa tan de siempre,
tan dulce y tan conocida.

Miro en el alba mis manos,
miro en las manos las venas;
con extrañeza las miro
como si fueran ajenas.

Vendrán los cuatro balazos
y con los cuatro el olvido;
lo dijo el sabio Merlín:
morir es haber nacido.

¡Cuánta cosa en su camino
estos ojos habrán visto!
Quién sabe lo que verán
después que me juzgue Cristo.

Manuel Flores va a morir,
eso es moneda corriente:
morir es una costumbre
que sabe tener la gente.

 

 

Susana Rinaldi canta "Milonga de Manuel Flores" con letra de Jorge Luis Borges y música de Osvaldo Piro.

 




JACINTO CHICLANA


Me acuerdo, fue en Balvanera,
en una noche lejana,
que alguien dejó caer el nombre
de un tal Jacinto Chiclana.
 

Algo se dijo también
de una esquina y de un cuchillo.
Los años nos dejan ver
el entrevero y el brillo.

¡Quién sabe por qué razón
me anda buscando ese nombre!
Me gustaría saber
cómo habrá sido aquel hombre.
 

Alto lo veo y cabal,
con el alma comedida;
capaz de no alzar la voz
y de jugarse la vida.

Nadie con paso más firme
habrá pisado la tierra.
Nadie habrá habido como él
en el amor y en la guerra.
 

Sobre la huerta y el patio
las torres de Balvanera
y aquella muerte casual
en una esquina cualquiera.

Sólo Dios puede saber
la laya fiel de aquel hombre.
Señores, yo estoy cantando
lo que se cifra en el nombre.
 

Siempre el coraje es mejor.
La esperanza nunca es vana.
Vaya, pues, esta milonga
para Jacinto Chiclana.


Edmundo Rivero canta "Jacinto Chiclana" con letra de Jorge Luis Borges y música de Astor Piazzolla.






EL TANGO

¿Dónde estarán? pregunta la elegía
de quienes ya no son, como si hubiera
una región en que el Ayer pudiera
ser el Hoy, el Aún, y el Todavía.

¿Dónde estará (repito) el malevaje
que fundó en polvorientos callejones
de tierra o en perdidas poblaciones
la secta del cuchillo y del coraje?

¿Dónde estarán aquellos que pasaron,
dejando a la epopeya un episodio,
una fábula al tiempo, y que sin odio,
lucro o pasión de amor se acuchillaron?

Los busco en su leyenda, en la postrera
brasa que, a modo de una vaga rosa,
guarda algo de esa chusma valerosa
de Los Corrales y de Balvanera.

¿Qué oscuros callejones o qué yermo
del otro mundo habitará la dura
sombra de aquel que era una sombra oscura,
Muraña, ese cuchillo de Palermo?

¿Y ese Iberra fatal (de quien los santos
se apiaden) que en un puente de la vía,
mató a su hermano el Ñato, que debía
más muertes que él, y así igualo los tantos?

Una mitología de puñales
lentamente se anula en el olvido;
una canción de gesta se ha perdido
en sórdidas noticias policiales.

Hay otra brasa, otra candente rosa
de la ceniza que los guarda enteros;
ahí están los soberbios cuchilleros
y el peso de la daga silenciosa.

Aunque la daga hostil o esa otra daga,
el tiempo, los perdieron en el fango,
hoy, más allá del tiempo y de la aciaga
muerte, esos muertos viven en el tango.

En la música están, en el cordaje
de la terca guitarra trabajosa,
que trama en la milonga venturosa
la fiesta y la inocencia del coraje.

Gira en el hueco la amarilla rueda
de caballos y leones, y oigo el eco
de esos tangos de Arolas y de Greco
que yo he visto bailar en la vereda,

en un instante que hoy emerge aislado,
sin antes ni después, contra el olvido,
y que tiene el sabor de lo perdido,
de lo perdido y lo recuperado.

En los acordes hay antiguas cosas:
el otro patio y la entrevista parra.
(Detrás de las paredes recelosas
el Sur guarda un puñal y una guitarra.)

Esa ráfaga, el tango, esa diablura,
los atareados años desafía;
hecho de polvo y tiempo, el hombre dura
menos que la liviana melodía,

que sólo es tiempo. El Tango crea un turbio
pasado irreal que de algún modo es cierto,
el recuerdo imposible de haber muerto
peleando, en una esquina del suburbio.


Luis Medina Castro recita "El tango" con letra de Jorge Luis Borges y música de Astor Piazzolla.








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