LAS BREVES PALABRAS - XXIII




EL LIBRO, LA PALABRA


Mis breves palabras de hoy están inspiradas en la voz telefónica de una querida amiga diciéndome: “Mañana es el día del libro…”, dato que ignoraba pues, habitualmente, no me preocupa demasiado saber cuál es la fecha en la que vivo y mucho menos qué se conmemora cada día.

La cuestión es que el tema del libro y la lectura siempre tiene importancia, cuando ya sabemos que en España los aficionados a la lectura no son demasiados o que, como consecuencia de la crisis socio-económica actual, en los últimos tiempos y sólo en Madrid han cerrado más de quince librerías, mientras que los quioscos de diarios y revistas se van extinguiendo como bichos prehistóricos o como bichos actuales, que también se van extinguiendo a gran velocidad sin que esto parezca inquietar a demasiados ciudadanos.

Yo sé que nunca conseguí amar a Cervantes y su Quijote a causa de la insistente obligación de tener que leerlo cuando en realidad muy poco tenía que ver con mis inquietudes y expectativas de adolescente. Y además analizarlo y valorarlo como clásico incontestable. En fin, demasiadas imposiciones para tan conflictiva edad en la que, justamente, se detestan las imposiciones.

Aunque en mi caso estos sucesos que rememoro no afectaron mi interés por la lectura que, a pesar de tantos clásicos, supe disfrutar plenamente. Y mucho me aportaron aquellos que supieron acercarme el libro clave en el momento más adecuado, cuando mi madurez me permitía comprenderlo y asimilarlo ayudándome a evolucionar como persona.

Así llegaron a mis manos para enseñarme sus ideas Hermann Hesse o Erich Fromm, Sábato o García Márquez, Walt Whitman o Jorge Luis Borges, Cortázar, Prévert, Benedetti o García Lorca. Y tantos otros que me acompañaron abriéndome puertas y ventanas a otras ideas, a nuevas sensaciones, a planteos filosóficos y éticos con los que fui construyendo poco a poco mi personalidad.

Aunque tal vez sean las nuevas ideas, las ideas creativas, los nuevos enfoques, el aporte más trascendente que me permitió y me permite comparar conceptos, puntos de vista, criterios o morales que me renuevan y me transforman constantemente.

Es que la palabra, que es la esencia del libro y nuestro patrimonio personal fundamental, es el mayor instrumento de comunicación con el que contamos. Y debemos cuidarla, respetarla, mimarla, enriquecerla y utilizarla con sabiduría.

Gracias a la palabra podemos expresar la complejidad de nuestros sentimientos, nuestra incertidumbre, nuestros miedos y alegrías, nuestras soledades.

La palabra está presente en cada instante de nuestra existencia, pensada, hablada o escrita. Con ella podemos transmitir historias imaginarias o sencillas realidades cotidianas. Por ellas podemos trasladarnos a regiones remotas, penetrar en los recovecos del tiempo, comprender otras maneras de ser y de vivir.

Una palabra dicha en el momento preciso o una palabra nunca dicha pueden determinar nuestra realidad actual y futura.

El tono, la intensidad, la elección de nuestras palabras puede ser determinante en nuestra relación con los demás.

La palabra nos presenta, nos conduce, nos proyecta y define.

Y los libros, que son palabras y también imágenes, nunca morirán porque entonces con ellos nos extinguiremos nosotros, los que los tocamos, hojeamos, desciframos, interpretamos o simplemente disfrutamos con sus contenidos.

Da igual que sean libros de papel o electrónicos, también da igual que sean modestos o lujosos. Lo fundamental es que conserven su sentido primordial, que preserven la memoria y la renueven, que podamos elegirlos con libertad, que nos comuniquen, que nos enseñen, nos testimonien, nos cuenten, que nos propongan la extraordinaria experiencia de imaginar.   


  

El personaje que he elegido para destacar hoy es EL ESCRITOR, el esforzado y solitario recopilador de palabras que como periodista nos relata  las noticias del día; que como dramaturgo o guionista crea las ficciones que presenciamos o vemos en el teatro, el cine o la televisión; que se enfrenta a los rigores del cuento, a la precisión de la poesía, a la compleja combinación de datos y argumentos del ensayo o a la intrincada trama de una novela.

Y dije que el escritor es un esforzado y solitario recopilador de palabras, porque tratar de combinarlas con criterio y armonía significa siempre un esfuerzo considerable, un arte que se realiza en soledad, para los demás, y casi nunca concluye pues siempre puede ser corregible, modificable, perfeccionable.  

Los escritores y las escritoras, personas que deberían estar comprometidas con el cambio que todos necesitamos para crear un mundo mejor.





  
  
Las poesías de hoy son de CRISTINA PERI ROSSI y ROSARIO CASTELLANOS.


 Cristina Peri Rossi

Comienzo leyendo a CRISTINA PERI ROSSI poeta y novelista uruguaya nacida en Montevideo, en 1941.


AQUELLA NOCHE


La noche en que nos conocimos
yo empecé a perder
La cerilla explotó
y me quemó los dedos
manché mi blusa con el vino
Olvidé por completo el nombre
del mes y del día

Tanta turbación
sólo podía ser la prueba
de un deseo muy grande

tan grande
que ni tú misma
podías satisfacer.




DISTANCIA JUSTA


En el amor, y en el boxeo
todo es cuestión de distancia
Si te acercas demasiado me excito
me asusto
me obnubilo           digo tonterías
me echo a temblar
pero si estás lejos
sufro entristezco
me desvelo
y escribo poemas.



LA PASIÓN


Salimos del amor
como de una catástrofe aérea
Habíamos perdido la ropa
los papeles
a mí me faltaba un diente
y a ti la noción del tiempo
¿Era un año largo como un siglo
o un siglo corto como un día?
Por los muebles
por la casa
despojos rotos:
vasos fotos libros deshojados
Éramos los sobrevivientes
de un derrumbe
de un volcán
de las aguas arrebatadas
y nos despedimos con la vaga sensación
de haber sobrevivido
aunque no sabíamos para qué.



NAVEGACIÓN
 


En las mansas corrientes de tus manos
y en tus manos que son tormenta
en la nave divagante de tus ojos
que tienen rumbo seguro
en la redondez de tu vientre
como una esfera perpetuamente inacabada
en la morosidad de tus palabras
veloces como fieras fugitivas
en la suavidad de tu piel
ardiendo en ciudades incendiadas
en el lunar único de tu brazo
anclé la nave.
Navegaríamos,
si el tiempo hubiera sido favorable.



ORACIÓN


Líbranos, Señor,
de encontrarnos
años después,
con nuestros grandes amores.



R.I.P.


Ese amor murió
sucumbió
está muerto
aniquilado      fenecido
finiquitado
occiso            perecido
obliterado
muerto
sepultado
entonces,
                     ¿porqué late todavía?






 Rosario Castellanos

Continúo leyendo poesías. Ahora de la autora mexicana ROSARIO CASTELLANOS, nacida en 1925 y fallecida en Tel Aviv en 1974, cuando ocupaba el cargo de  embajadora de su país ante el gobierno de Israel.


AMOR  (fragmento)   

                                                                         
El que se va se lleva su memoria,
su modo de ser río, de ser aire,
de ser adiós y nunca.
Hasta que un día otro lo para, lo detiene
y lo reduce a voz, a piel, a superficie
ofrecida, entregada, mientras dentro de sí
la oculta soledad aguarda y tiembla.




 "Amor" - Mario Fournier - tinta sobre papel.


 "Amor" - Carmen Merino - óleo sobre lienzo.




APELACIÓN AL SOLITARIO     
                                                                    

Es necesario, a veces, encontrar compañía.

Amigo, no es posible ni nacer ni morir
sino con otro. Es bueno
que la amistad le quite
al trabajo esa cara de castigo
y a la alegría ese aire ilícito de robo.

¿Cómo podrías estar solo a la hora
completa, en que las cosas y tú hablan y hablan,
hasta el amanecer?



DESAMOR    
                                                                                        

Me vio como se mira a través de un cristal
o del aire
o de nada.

Y entonces supe: yo no estaba allí
ni en ninguna otra parte
ni había estado nunca ni estaría.

Y fui como el que muere en la epidemia,
sin identificar, y es arrojado
a la fosa común.



ELEGÍA   
                                                                                          
Nunca, como a tu lado, fui de piedra.
Y yo que me soñaba nube, agua,
aire sobre la hoja,
fuego de mil cambiantes llamaradas,
sólo supe yacer,
pesar, que es lo que sabe hacer la piedra
alrededor del cuello del ahogado.



FALSA ELEGÍA


Compartimos sólo un desastre lento.
Me veo morir en ti, en otro, en todo

y todavía bostezo o me distraigo
como ante el espectáculo aburrido.

Se destejen los días,
las noches se consumen antes de darnos cuenta;

así nos acabamos.

Nada es. Nada está.
Entre el alzarse y el caer del párpado.

Pero si alguno va a nacer (su anuncio,
la posibilidad de su inminencia

y su peso de sílaba en el aire),
trastorna lo existente,
puede más que lo real

y desaloja el cuerpo de los vivos.



LOS ADIOSES


Quisimos aprender la despedida
y rompimos la alianza
que juntaba al amigo con la amiga.
Y alzamos la distancia
entre las amistades divididas.
Para aprender a irnos, caminamos.
Fuimos dejando atrás las colinas, los valles,
los verdeantes prados.
Miramos su hermosura
pero no nos quedamos.



MISTERIOS GOZOSOS


A veces, tan ligera
como un pez en el agua,
me muevo entre las cosas
feliz y alucinada.

Feliz de ser quien soy,
sólo una gran mirada:
ojos de par en par
y manos despojadas.

Seno de Dios, asombro
lejos de las palabras.
Patria mía perdida,
recobrada.



NOCTURNO


Me tendí, como el llano, para que aullara el viento.
Y fui una noche entera
ámbito de su furia y su lamento.
¡Ah! ¿Quién conoce esclavitud igual
ni más terrible dueño?
En mi aridez, aquí, llevo la marca
de su pie sin regreso.



NOSTALGIA


Ahora estoy de regreso.
Llevé lo que la ola, para romperse, lleva
-sal, espuma y estruendo-,
y toqué con mis manos una criatura viva:
el silencio.

Heme aquí suspirando
como el que ama y se acuerda y está lejos.



REVELACIÓN


Lo supe de repente:
hay otro.
Y desde entonces duermo solo a medias
y ya casi no como.

No es posible vivir
con ese rostro
que es el mío verdadero
y que aún no conozco.



TRAYECTORIA DEL POLVO


He aquí que la muerte tarda como el olvido.
Nos va invadiendo, lenta, poro a poro.
Es inútil correr, precipitarse,
huir hasta inventar nuevos caminos
y también es inútil estar quieto
sin palpitar siquiera para que no nos oiga.

Cada minuto es la saeta en vano
disparada hacia ella,
eficaz al volver contra nosotros.

Inútil aturdirse y convocar a la fiesta
pues cuando regresamos, inevitablemente,
alta la noche, al entreabrir la puerta
la encontramos inmóvil esperándonos.

Y no podemos escapar viviendo
porque la Vida es una de sus máscaras.

Y nada nos protege de su furia
ni la humildad sumisa hacia su látigo
ni la entrega violenta
al círculo cerrado de sus brazos.







.

No hay comentarios:

Publicar un comentario