El motivo que me ha impedido escribir en esta última época no es la falta de temas para reflexionar, son justamente estos los que me paralizan. Intenté creer en la posibilidad de un cambio profundo que transformara nuestra manera de pensar y de vivir, de relacionarnos entre nosotros y con la naturaleza. Pero es mínimo lo que ha cambiado.
De todos modos, mi natural condición de contar historias y el estimulante apoyo de la gente que me lee, me llevan una y otra vez a relatar desde distintas perspectivas hechos o situaciones que reflejan la realidad; las contradicciones, incertidumbres y búsquedas de las personas que se niegan a darse por vencidas.
Y aquí estoy, nuevamente, creyendo en el valor de la palabra.
HORIZONTES
Le pregunté: “¿Por qué no has pintado un atardecer en el horizonte, como te había sugerido?” Y aquel niño de alrededor de diez años, que por entonces era mi alumno, me respondió: “No sé qué es un horizonte y tampoco sé de qué color se pinta un atardecer”.
¿Que esto que cuento no puede ser verdad, que exagero? En absoluto, además podría agregar otros casos todavía más extremos.
Simplemente este niño, como tantos otros, conoce la realidad a través de una pantalla no especializada en horizontes ni en atardeceres y, lo que aún es más grave, ningún adulto de su entorno familiar lo animó nunca a que apartara la vista de su realidad virtual para observar el cielo, al menos durante unos segundos.
Claro que, en definitiva, ¿cuál es el sentido práctico de mirar el cielo?, ¿para qué sirve, cuáles son los beneficios concretos?
En esta tecnológica cultura, en la que nos toca sobrevivir con discutible dignidad, toda acción debe tener una finalidad con resultados de rápida comprobación. No se puede perder el tiempo en tonterías, excepto que las tonterías estén de moda entre las mayorías perfectamente adiestradas para adoptar todo lo que se les impone desde los correspondientes centros de poder. Aunque, en realidad, todas esas novedades serán necesariamente breves, fundamentalmente divertidas y fácilmente olvidables: propio de esta cultura de usar y tirar evitando aburridos compromisos e inútiles reflexiones.
Con el mismo criterio ciertos padres deciden que sus hijos deben aprender un poco de arte, calculando que en tres o cuatro meses ya serán aptos para sorprender a parientes y conocidos con sus gracias adquiridas. Pero los hijos tienen tan poca paciencia como los padres, y antes de que se note que sin esfuerzos no habrá resultados llamativos, deciden optar por otra cosa. Y por fin lo mezclarán todo sin conseguir profundizar ni sentir nada…
Talleres de tres días no faltan y hacerse experto de algo no suele ser demasiado complicado. Consideremos además que, según parece, la cultura está de moda.
La hija de unos amigos eligió cursar Imagen y Sonido pero detestaba tener que ver y analizar películas clásicas, de esas que son en blanco y negro, cuentan historias antiguas que no interesan y, para colmo, las debía soportar en versiones originales con subtítulos que la ponían muy nerviosa pues no conseguía leerlos con la velocidad necesaria, y como los personajes hablaban mucho se enteraba de poco. Y es que a ella qué le importaban Bergman, Fellini, Renoir, Buñuel o Welles…, si ya estaban todos muertos…
Después pensó en estudiar periodismo o literatura, pero notó que era necesario leer más y ella no era constante para la lectura, y la acumulación de tantas letras le producía sueño e inevitables jaquecas. Por fin tuvo suerte, un amigo muy listo le explicó qué necesitaba para transformarse en una “influencer”. Así fue que acertó, le cambió la vida y además en poco tiempo y sin excesivo esfuerzo logró ser popular, envidiada y sobre todo adinerada.
No supe que sucedió con el niño que no miraba el cielo. La cuestión es que en esta época mirar el cielo nos puede recordar la contaminación atmosférica y los peligros del cambio climático y es mejor ser optimista, olvidarse de asuntos negativos y pasarlo bien.
Además los horizontes coloreados por los atardeceres ya son antiguos. Pertenecen a un romanticismo pasado de moda, que nada tiene que ver con esta evolucionada cultura virtual que nos toca experimentar.
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