LOS MIEDOS
Te acechan desde antes de
que sepas que tú eres tú y los otros todos los demás. Están ahí desde tiempos
inmemoriales. Se manifiestan de diversas maneras. Desde la oscuridad y el
trueno, pasando por los eclipses, el sentido de la vida y la muerte o una
guerra atómica. Se adaptan a las épocas y a las circunstancias. Son aliados y
fieles cómplices de los poderes de turno. Saben ser abstractos, sin identidad
precisa. Pero aunque se camuflen, a veces con sutileza y otras con tosquedad,
siempre fueron, son y serán los miedos.
Los mensajeros de los
dioses, expertos en el bien, el mal y el regular, conocen perfectamente los
alcances y las dimensiones de los errores humanos que se castigan de manera
fulminante o con un recurso implacable y retroactivo: la culpa. Esta es
corrosiva a fuerza de ser insistente, y suele paralizar la inteligencia de sus
víctimas que no se atreven a rebelarse, a disentir, sobre todo cuando la
mayoría está de acuerdo con los dioses, con los mensajeros y con la culpa.
La libertad, que es un concepto
que todos parecen apreciar y pocos saben gestionar, también está vinculada a
los miedos que en este caso se utilizan para establecer límites, censuras y
excepciones. Estos miedos suelen provenir de ideologías, intereses políticos o
morales de dudosa intencionalidad, que representan los intereses de algunos
sectores de la comunidad.
En períodos de crisis
social e incertidumbre económica los miedos se agravan, sirven para desconfiar
del extranjero, rechazar al más indefenso y necesitado, demarcar los límites de
la tribu y exaltar tradiciones y características diferenciables de la identidad
(lengua, costumbres, patria).
De modo que los miedos
pueden ser primitivos, instintivos, atávicos. Heredados de generación en
generación. Habitando rincones casi inconscientes de la naturaleza humana. Pero
los miedos también pueden ser provocados, elaborados minuciosamente para
obtener resultados precisos. Para acobardar a una sociedad alarmada que corre
peligro, necesita y debe ser sobreprotegida, aun a costa de comprensibles
restricciones en sus derechos cíviles, en sus libertades individuales.
En la actualidad no faltan
motivos para los miedos espontáneos, que fácilmente se pueden sobredimensionar
utilizando los múltiples recursos de los medios de comunicación.
La contaminación
atmosférica; los pescados con mercurio; la corrupción institucionalizada; el
cáncer; el desempleo; las grasas saturadas; la inseguridad generalizada; la
especulación económica; las llamaradas solares; el alzhéimer; el aceite de
palma; los tornados; la violencia machista; las fresas con pesticidas; la
xenofobia; el consumismo; la lluvia ácida; el racismo; los océanos
plastificados; las drogas; el terrorismo; la homofobia; la sequía; el Sida; la
televisión basura; las armas químicas; el alcoholismo; el fundamentalismo
religioso; los huracanes; los ultras; la carne con hormonas; el cambio
climático; el fascismo, etc., etc., etc., son motivos sobrados para producir
miedos espontáneos, pesadillas y obsesiones justificadas con zombis incluidos.
¿Será esta la causa por la
que hay tantos aficionados a las películas de terror y violencia protagonizadas
por monstruos, catástrofes naturales y de las otras, invasiones alienígenas,
vampiros, tiburones, vísceras, asesinos
en serie, fantasmas y/o violadores compulsivos? ¿Será una forma de conjurar los
miedos reales al transformarlos en ficciones?
Esto es lo que hay, que no
es poco. Elija usted sus miedos, está en su derecho. Pero no permita que se los
impongan contra su voluntad, que vivir es complicado y no siempre se puede
decidir.
JOSÉPHINE BAKER Y LA TRIBU
ARCO IRIS
Hoy quiero destacar a una
mujer estadounidense, negra y de origen
pobre, que es la primera con sus características que logra éxito
internacional como cantante y bailarina. Su nombre artístico es Joséphine
Baker, pero nace Freda Josephine McDonald el 3 de junio de 1906 en Missouri,
Estados Unidos, y fallece el 12 de abril de 1975 en París, Francia.
Siempre he admirado la
audacia, la valentía de esta mujer para sobreponerse al rechazo de la racista y
xenófoba sociedad de su época. De vigorosa personalidad, es artífice de su
voluntad para crearse una imagen de explosiva sensualidad que sabe explotar con
inteligencia en los escenarios y cabarets parisinos, ya que aunque en un
principio trabaja en Estados Unidos son los franceses quienes la consagran con
su admiración y le ofrecen la nacionalidad gala.
Corren los años 20 y 30
del siglo XX y Joséphine, apodada “Venus de bronce”, “Perla Negra”, “Diosa Criolla”
o “Venus de Ébano”, posa como modelo fotográfica; protagoniza películas como
“Zouzou”, “La sirena de los trópicos” o “Princesa Tam-Tam”.
Es primera vedete del Folies Bergère e inaugura su propio club Chez Joséphine. A comienzos de los años 30 graba sus primeros discos como cantante con temas tan exitosos y populares como “J’ai deux amours” o “C’est lui”, “Dis-moi Joséphine” o “La Petite Tonkinoise”.
"Princesa Tam-Tam" - Edmond T. Gréville 1935, Francia (fragmento).
Es primera vedete del Folies Bergère e inaugura su propio club Chez Joséphine. A comienzos de los años 30 graba sus primeros discos como cantante con temas tan exitosos y populares como “J’ai deux amours” o “C’est lui”, “Dis-moi Joséphine” o “La Petite Tonkinoise”.
Durante la ocupación nazi
de Francia Joséphine Baker lucha contra los alemanes desde la Resistencia y
colabora también con la Cruz Roja. Al terminar la Segunda Guerra Mundial es condecorada
con la Medalla de la Resistencia y la Legión de Honor. Activa defensora de los
derechos civiles, colabora con Martín Luther King.
Joséphine Baker se casa seis
veces (la primera vez a los 13 años) y también tiene relaciones sentimentales
con la pintora mexicana Frida Kahlo y con la escritora francesa Colette.
Impedida de ser madre, decide entre 1954 y 1964, junto a su quinto marido el
músico Jo Bouillon, crear una familia que represente “el ideal de la
fraternidad universal”. Así es que durante ese período adopta doce niños de
diversas culturas y religiones: un niño y una niña argelinos, una niña de
Marruecos, dos niños de Japón, uno de Colombia y otro de Venezuela, uno de
Finlandia, tres de Francia y uno de Costa de Marfil.
A esta peculiar familia la
llama La Tribu Arco Iris. Todos se instalan en el Château des Milandes en
Castelmaud-la-Chapelle (Dordoña, Francia), donde actualmente hay un museo con
los vestidos, objetos personales y documentos de Joséphine. Pero ella no
siempre puede sostener con su trabajo a su numerosa familia, entonces Brigitte Bardot
y, en especial, la princesa Grace de Mónaco colaboran económicamente para
resolver la crisis de La Tribu Arco Iris. Esta última, le regala una casa en
Roquebrune-Cap-Martin (Región Provenza-Alpes-Costa Azul)
para que pase sin privaciones el resto de su vida.
Josephine Baker: una mujer
apasionada y apasionante, idealista, utópica y adelantada a su época.
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