LAS BREVES PALABRAS LIII

 

SOMOS EL FUTURO - I

 

NUNCA EN LUNES

A Raquel los espejos le devuelven la evidencia de su éxito con los hombres, lo que ellos necesitan, lo que ella está siempre dispuesta a darles. Bueno, siempre no. Para ella un hombre debe ser musculoso, sin vello, divertido y a pasarlo bien. Claro que la prueba de fuego está en la cama y si ella no arde otro será, que los ejemplares no faltan.  Y están para usar y tirar. Lo normal es repetir poco, evitar el apego, las confidencias, y huir ante la menor señal de romanticismo. Que para pasarlo bien no se necesitan palabritas, músicas pegajosas, velas, y mucho menos promesas. Libertad ante todo. Nada de rutinas.

Pero ¿por qué Raquel aceptó salir un lunes si detesta los lunes? Con el mal humor que le produce volver al trabajo todos los lunes, nunca antes se le hubiera ocurrido. Pero allí  estaba, un lunes, escuchando a un tipo poco musculoso y desagradablemente peludo, con musiquita blanda de fondo, que sin pasar por la cama se empeñó en acompañarla hasta la puerta de su casa (la de ella, que quede claro).

Desfilaron el martes, el miércoles, el jueves y persistía el malhumor, que ya era casi una jaqueca que la indignaba al reconocer como causa al pesado tipo del lunes que todavía rondaba sus pensamientos. ¿Cómo podía sucederle eso a ella que olvidaba con tanta facilidad, incluso a los cachas que la ponían al rojo vivo? Además, ¿cómo podía sucederle con semejante tarado que era lo opuesto a lo que ella podía desear? Si ni siquiera recordaba su nombre. Pablo. Se llamaba Pablo y sí recordaba su nombre. ¡Qué disgusto, qué contratiempo, qué asco!

A ver si me centro. Calma Raquelita, calma, que no es para tanto. Repasemos la situación. Era lunes, yo terminaba de trabajar más tarde de lo que me correspondía, como siempre; bajaba en el ascensor  abrazada a mi malhumor, como siempre; él me sonrió; yo lo miré por mirarlo; él se presentó: hola soy Pablo; hola; ¿tomamos un café?; vale, respondí mecánicamente; después Pablo me hablaba de no sé qué historietas aburridas, de la búsqueda interior, del espíritu, del alma y de la madre que lo parió, sí también de la madre que lo parió y lo aficionó a la música que estábamos escuchando. ¡Pero Raquelita, querida, estás histérica! ¡Dijiste que tocaba centrarse y estás cada vez más desequilibrada! ¡Estúpida, no te reconozco! ¿Y todo este escándalo por un tarado que te provocó una jaqueca en vez de un orgasmo? ¿Acaso te hubiera calentado acariciar su cuerpo tapizado de pelos sudados? ¡Qué repugnancia ni me lo recuerdes! ¡Basta esquizofrénica, hasta aquí llegamos! ¡El mundo está lleno de machos! ¡Olvidemos Raquelita, una vez más, como siempre! Cuando él te llame, si es que te llama, pasas y a otra cosa… ¿Cómo me va a llamar si no le dejé mi número? Bueno, hice como siempre, siempre hago como siempre, le di un número falso como siempre… ¡Estúpida, rutinaria! ¿Y la libertad? ¿Y la prueba de la cama? ¿Y el maldito apego y el sentimentalismo? ¿Y los músculos depilados?

Calma, calma Raquel. Pablo, no va a volver. Puedo buscarlo… ¿Para qué…? Es diferente, tendrías que adaptarte y eso es difícil… Además, apenas lo conoces. Ni siquiera estás segura de sentir algo por él. Estás confundida. Es absurdo. Tú sabes lo que quieres, sabes cómo pasarlo bien. ¿Para qué cambiar?

Y tu libertad, tu libertad ante todo. Eres dueña de tu libertad. ¡Fuera las rutinas! ¡Abajo los lunes!

 

 

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