LAS BREVES PALABRAS - XXXI




REIVINDICACIÓN DEL PENE 


Continuando las reivindicaciones, mis breves palabras de hoy están dedicadas al pene o como quieran llamarlo, que nombres y apodos no le faltan.

Seguramente, se sorprenderán al considerar que el pene ya tiene demasiada popularidad, y se preguntarán por el motivo de la reivindicación.

Y, sin duda, en principio, tienen razón pues el personaje en cuestión se manifiesta constantemente en nuestra realidad cotidiana, implícita o explícitamente, por activo y por pasivo. Por exhibirse o por insinuarse. Por su, a veces, insistente y obsesiva actividad. Porque sus características morfológicas varían según origen, tipo racial, herencia genética, ¿tal vez actividad física específica, alimentación diferenciada para el caso, sobredosis de vitaminas u otros complementos de moda? 

Porque no es el mismo despierto que dormido. Porque puede ser pequeño pero gracioso y grande pero insulso. Porque la hiperactividad o la ansiedad lo aceleran o lo ralentizan y casi siempre le restan efectividad. Porque si piensa demasiado se desanima. Pero si espera demasiado también se desanima, y más de lo mismo si no espera nada. Sin olvidar las múltiples pestes que lo acechan por doquier, y que pueden liquidar su naturaleza o comprometer su futuro al menor descuido.

Y lo peor, lo más dramático y conflictivo: lo que esperan de él. Las expectativas de los otros. Las fantasías de los otros, muchas veces exageradas o equivocadas, que conducen a la aprobación o el rechazo más imprevisibles o caprichosos.

Porque su comportamiento no depende de habilidades, experiencias, encantos, simpatías o humores. ¡Son tantos los factores que pueden beneficiarlo o perjudicarlo! ¡Es tan fácil para él ganar o perder prestigio y popularidad! ¡Los resultados de su proceder pueden ser tan fortuitos y estar vinculados a situaciones o aspectos tan paradójicos y cambiantes…!

Ahora, después de los argumentos, llega la reivindicación. ¿O les parece que una existencia tan estresante e incierta no merece ser reivindicada? Es que vivir así es muy desgastante, y yo reivindico paz y serenidad para todos los penes del mundo. Una vida más relajada, realmente más placentera. Sin desasosiegos ni deberes compulsivos. Sin necesidad de demostraciones heroicas y agotadoras resistencias. Nada de tener que estar siempre dispuesto, siempre listo para responder, como si se tratara de una constante competencia al límite del infarto.

¡Basta de conflictos psicológicos! ¡Basta de preocuparse por estilos, formas, tamaños, frecuencias, ritmos y últimas novedades del mercado!

Que todo fluya con naturalidad, sin urgencias ni agobios. Que los penes logren su derecho a estar relajados y sin culpas. Sin sentirse acosados, manipulados, usados, observados o juzgados. Disfrutando sin obligaciones ni compromisos forzados. Donde, como, cuando y con quien lo decida, espontáneamente, cada uno.

¡Vivan los penes en paz y libertad!






Hoy no he elegido a un personaje para destacar sino a muchos.

Hoy quiero nombrar sin nombrarlos a todos los que aún, a pesar de todo, creen en nobles ideales y son coherentes;

a los que no conciben la mentira porque no quieren mentirse;

a los que disfrutan dando sin esperar compensaciones;

a los que comprenden el verdadero valor de la amistad;

a los que no pretenden imponer nada a nadie;

a los que aman y expresan su amor con naturalidad y alegría, sin miedo, sin prejuicios;

a los que escuchan; a los que saben estar en el momento preciso;
a los que dialogan con la Naturaleza; a los que no huyen del silencio;

a los que no temen el compromiso y la responsabilidad;

a los que continúan su camino cuando nada ni nadie parece indicarles como ni hacia donde seguir;

a los que desconocen el rencor y el resentimiento;

a los que imaginan; a los que crean belleza; a los que nunca se aburren;

a los que intentan la armonía imprescindible entre la razón y los sentimientos;

a los que no temen rectificar; a los libres de alma;

a los que no creen en la existencia de la “envidia sana”;

a los que son realmente conscientes de que todo pasa y no se aferran demasiado a nada;

a los que son capaces de renacer; a los que comprenden que la muerte forma parte de la vida;

a los que no se detienen a evocar el pasado, viven con intensidad el presente y no se proyectan demasiado en el futuro;

a los que desconfían de fanatismos y dogmas;

a los que mantienen la curiosidad y la capacidad de asombro;

a los amables, a los sensibles, a los delicados;

a los que homenajean la vida.   




   



Wisława Szymborska



Las poesías de hoy son de la escritora polaca WISŁAWA SZYMBORSKA (1923 - 2002), Premio Nobel de Literatura 1996.      






UNA DEL MONTÓN


Soy la que soy.
Casualidad inconcebible
como todas las casualidades.

Otros antepasados
podrían haber sido los míos
y yo habría abandonado
otro nido,
o me habría arrastrado cubierta de escamas
de debajo de algún árbol.

En el vestuario de la naturaleza
hay muchos trajes.
Traje de araña, de gaviota, de ratón de monte.
Cada uno, como hecho a la medida,
se lleva dócilmente
hasta que se hace tiras.

Yo tampoco he elegido,
pero no me quejo.
Pude haber sido alguien
mucho menos individuo.
Parte de un banco de peces, de un hormiguero, de un enjambre,
partícula del paisaje sacudida por el viento.

Alguien mucho menos feliz,
criado para un abrigo de pieles
o para una mesa navideña,
algo que se mueve bajo el cristal de un microscopio.

Árbol clavado en la tierra,
al que se aproxima un incendio.

Hierba arrollada
por el correr de incomprensibles sucesos.

Un tipo de mala estrella
que para otros brilla.

¿Y si despertara miedo en la gente,
o sólo asco,
o sólo compasión?

¿Y si hubiera nacido
no en la tribu debida
y se cerraran ante mí los caminos?

El destino, hasta ahora,
ha sido benévolo conmigo.

Pudo no haberme sido dado
recordar buenos momentos.

Se me pudo haber privado
de la tendencia a comparar.

Pude haber sido yo misma, pero sin que me sorprendiera,
lo que habría significado
ser alguien completamente diferente.




LAS NUBES


Con la descripción de las nubes
debería darme mucha prisa,
en una milésima de segundo
dejan de ser ésas y empiezan a ser otras.

Es propio de ellas
no repetirse nunca
en formas, matices, posturas y orden.

Sin la carga de ningún recuerdo
se elevan sin problemas sobre los hechos.

¡De qué van a ser testigos!,
en un segundo se disipan en todas direcciones.

Comparada con las nubes
la vida parece tener los pies sobre la tierra,
se diría que es inmutable y prácticamente eterna.

Frente a las nubes
hasta una piedra parece un hermano
en el que se puede confiar
y las nubes, nada, primas lejanas y frívolas.

Que exista la gente si quiere,
y después que se muera uno tras otro,
poco les importa a las nubes
esas cosas
tan extrañas.

Sobre toda Tu vida
y también la mía, aún incompleta,
desfilan pomposas igual que desfilaban.

No tienen la obligación de morir con nosotros.
No necesitan ser vistas para poder pasar.




LAS TRES PALABRAS MÁS EXTRAÑAS


Cuando pronuncio la palabra Futuro,
la primera sílaba pertenece ya al pasado.

Cuando pronuncio la palabra Silencio,
lo destruyo.

Cuando pronuncio la palabra Nada,
creo algo que no cabe en ninguna no-existencia.




EL SILENCIO DE LAS PLANTAS


La relación unilateral entre vosotras y yo
no va mal del todo.

Sé lo que es hoja, pétalo, espiga, piña, tallo
y lo que os pasa a vosotras en abril y en diciembre.

Aunque mi curiosidad no es correspondida,
me inclino especialmente sobre algunas
y hacia otras levanto la cabeza.

Tengo nombres para vosotras:
arce, cardo, narciso, brezo,
enebro, muérdago, nomeolvides,
y vosotras no tenéis ninguno para mí.

Hacemos el viaje juntas.
Y durante los viajes se conversa ¿o no?
se intercambian opiniones al menos sobre el tiempo
o sobre las estaciones que pasan volando.

Temas no faltan, porque nos unen muchas cosas.
La misma estrella nos tiene a su alcance.
Proyectamos sombras según las mismas leyes.
Intentamos saber cosas cada una a su manera
y en lo que no sabemos también hay semejanza.

Lo aclararé como pueda, preguntadme y ya está:
qué es eso de ver con los ojos,
para qué me late el corazón
o por qué mi cuerpo no echa raíces.

Pero cómo contestar a preguntas nunca hechas,
si además se es alguien
para vosotras tan nadie.

Musgo, bosque, prados y juncales,
todo lo que os digo es un monólogo
y no sois vosotras quienes lo escucháis.

Hablar con vosotras es necesario e imposible.
Urgente en una vida apresurada
y está aplazado hasta nunca.




CHARCO


Recuerdo muy bien ese miedo infantil.
Evitaba los charcos tras la lluvia,
sobre todo los recientes.
Alguno podría no tener fondo,
aunque se pareciera a los otros.

Me meto y de pronto me caigo toda,
comienzo a volar hacia abajo,
y más y más abajo,
en dirección a las nubes reflejadas
y a lo mejor más allá.

Luego se seca el charco,
se cierra sobre mí,
y yo atrapada para siempre -dónde-
en un grito que no sale al aire.

Solamente después llegó el entendimiento:
no todos los accidentes
siguen las reglas del mundo,
y aun si lo quisieran,
no pueden suceder.




PRIMER AMOR


Dicen
que el primero es el más importante.
Eso es muy romántico,
pero no es mi caso.

Algo entre nosotros hubo y no hubo,
sucedió y tuvo su efecto.

No me tiemblan las manos
cuando encuentro pequeños recuerdos
y un fajo de cartas atadas con una cuerda
-si al menos fuera una cinta-.

Nuestro único encuentro tras los años
fue una conversación de dos sillas
junto a una fría mesita.

Otros amores
hasta ahora respiran profundamente en mí.
A éste le falta aliento para suspirar.

Y sin embargo justo así, como es,
puede algo que los otros no pueden todavía:
no recordado,
ni siquiera soñado,
me acostumbra a la muerte.




ALGO SOBRE EL ALMA  


Alma se tiene a veces.
Nadie la posee sin pausa
y para siempre.

Día tras día,
año tras año
pueden transcurrir sin ella.

A veces sólo en el arrobo
y los miedos de la infancia
anida por más tiempo.
A veces nada más en el asombro
de haber envejecido.

Rara vez nos asiste
en las tareas pesadas,
como mover los muebles,
cargar las maletas
o recorrer caminos con zapatos apretados.

Cuando hay que cortar carne
o llenar solicitudes,
generalmente está de asueto.

De mil conversaciones
toma parte sólo en una,
y no necesariamente,
pues prefiere el silencio.

Cuando el cuerpo nos empieza a doler y doler,
escapa sigilosamente de su hora de consulta.

Es algo quisquillosa:
con disgusto nos ve en la muchedumbre,
le repugna nuestra lucha por supuestas ventajas
y el rumor de los negocios.

La alegría y la tristeza
no son para ella sentimientos distintos.

Sólo cuando se unen
está presente en nosotros.

Podemos contar con ella
cuando no estamos seguros de nada
y tenemos curiosidad por todo.

De los objetos materiales
le gustan los relojes con péndulo
y los espejos que trabajan afanosos
aunque no mire nadie.

No dice de dónde viene
ni cuándo se irá de nuevo,
pero evidentemente espera esa pregunta.

Según parece,
así como ella a nosotros,
nosotros a ella
también le servimos de algo.




HORA TEMPRANA


Todavía duermo
y mientras tanto suceden cosas.
Blanquea la ventana,
la oscuridad se vuelve gris,
el cuarto se desprende del espacio turbio,
buscan en él apoyo, titubeantes, pálidas estelas.

Sucesivamente, sin prisa,
porque es una ceremonia,
amanecen las superficies del techo y las paredes,
se separan las formas,
una de otra,
el lado izquierdo del derecho.

Clarean las distancias entre los objetos,
pían los primeros destellos
en el vaso, el picaporte.
No sólo parece, sino que es plenamente
aquello que ayer fue movido,
lo que se ha caído al suelo,
lo que se encierra en los marcos.
Solamente los detalles
no se han hecho aún visibles.

Pero atención, atención, atención,
muchas cosas indican que regresan los colores
y hasta la más pequeña recuperará el suyo,
junto con el matiz de la sombra.

Muy rara vez me sorprende, y debería.
Suelo despertarme como testigo tardío,
cuando el milagro está ya hecho,
el día establecido
y lo alboreante magistralmente transformado en matinal.




CONTRIBUCIÓN A LA ESTADÍSTICA


De cada cien personas,

las que todo lo saben mejor:
cincuenta y dos,

las inseguras de cada paso:
casi todo el resto,

las prontas a ayudar,
siempre que no dure mucho:
hasta cuarenta y nueve,

las buenas siempre,
porque no pueden de otra forma:
cuatro, o quizá cinco,

las dispuestas a admirar sin envidia:
dieciocho,

las que viven continuamente angustiadas
por algo o por alguien:
setenta y siete,

las capaces de ser felices:
como mucho, veintitantas,

las inofensivas de una en una,
pero salvajes en grupo:
más de la mitad seguro,

las crueles
cuando las circunstancias obligan:
eso mejor no saberlo
ni siquiera aproximadamente,

las sabias a posteriori:
no muchas más
que las sabias a priori,

las que de la vida no quieren nada más que cosas:
cuarenta,
aunque quisiera equivocarme,

las encorvadas, doloridas
y sin linterna en lo oscuro:
ochenta y tres,
tarde o temprano,

las dignas de compasión:
noventa y nueve,

las mortales:
cien de cien.
Cifra que por ahora no sufre ningún cambio.




BAILE 


Mientras no se sepa aún algo seguro,
pues no nos llegan todavía señales,

mientras la Tierra siga siendo diferente
a los planetas hasta ahora cercanos y lejanos,

mientras no se diga ni se escuche nada
sobre otras hierbas honradas por el viento,
sobre otros árboles ceñidos por coronas,
sobre otros animales comprobados como aquí,

mientras no haya un eco, además del nativo,
que sea capaz de entrecortar palabras,

mientras no haya noticia
de peores o mejores mozarts,
edisons, platones,

mientras nuestros crímenes
puedan rivalizar sólo entre sí,

mientras nuestra bondad
siga sin parecerse a nada
y siendo excepcional hasta en su imperfección,

mientras nuestras cabezas llenas de ilusiones
se consideren las únicas cabezas llenas de ilusiones,

mientras sólo desde la bóveda de nuestras bocas
pueda ponerse un grito en el cielo,

sintámonos huéspedes de este refugio,
distinguidos y extraordinarios,
bailemos al son de la banda local

y hagamos como si éste fuera
el baile de los bailes.

No sé si para otros,
para mí esto es del todo suficiente
para ser feliz e infeliz:

un rincón modesto,
en el que las estrellas den las buenas noches
y hacia el que parpadeen
sin mayor significado.
   






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