LOS
BESOS
El
beso de Judas, el beso francés, “El beso” de
Gustav Klimt, el beso negro, el beso a lo Hollywood o el beso de la
española que siempre besa de verdad y nunca por frivolidad, entre muchas otras
variaciones, requieren para hacerse efectivos de la adecuada coordinación de
treinta y seis músculos faciales y de otros tantos ubicados en el cuello, los
hombros y la cabeza.
Tanto
esfuerzo para una acción tan breve determina un consumo de dos calorías por beso,
el aumento de las pulsaciones cardíacas, y en el caso de ser los besos
demasiado apasionados la liberación de hormonas como las endorfinas que
producen sensación de bienestar y efecto analgésico.
Sin
embargo, y a pesar de todos estos beneficios, alrededor del 10% de la población
mundial (unos setecientos sesenta millones de personas) nunca se besan por
prejuicios morales o religiosos, tradiciones, indiferencia, antipatía,
principios higiénicos o pereza.
Según
escribió el psiquiatra Jesús de la Gándara en su libro “El planeta de los
besos”: “Besarse es bueno. Hay estudios que han demostrado que las personas que
besan más viven más porque todo lo que hay a su alrededor es positivo,
compañía, ayuda, apoyo emocional”.
La
tía Anita, que no había leído al psiquiatra, besaba con el desprecio propio de
su natural soberbia. Y también con evidente asco, los labios tensos, la boca
torcida, el gesto rápido y huidizo. Como si temiera quedar atrapada en el acto de
besar. Después, para que no hubiera dudas, declaraba su aversión a los besos y,
en fin, a cualquier manifestación sentimental donde el roce fuera necesario.
Aún hoy me pregunto por qué se repintaría los labios de rojo brillante, con
tanta vehemencia y tan poca habilidad para definir los límites de su apretada
boca.
Al
contrario, los besos de la tía Pilar eran una explosión incontenible de
chasquidos insistentes y repetitivos de los que parecía casi imposible poder
librarse sin alguna magulladura. Ella era toda besos y apretujones. Te amaba
sin la menor discreción, hasta la asfixia. No conoció a la tía Anita, más dudo
mucho que pudiesen comunicarse por más de cinco minutos, una por carencias, la
otra por excesos.
Es
que el universo de los besos puede ser muy variado y contrastado. Hay besos
para todo y para todos. Besos formales para saludar, más vehementes para
felicitar, emocionados para expresar sentimientos más íntimos. Y también hay
muchísimos besos volátiles, de esos que jamás toman contacto con una mejilla y
se quedan flotando por ahí sin destino, desconcertados al comprender que si no
son besos ya no son nada y nadie los tendrá en cuenta. Qué tristeza pensar que
existes para recibir a alguien con alegría y comprobar que te esquiva y te
condena a la muerte, sin remordimientos.
La
cuestión es que el hábito de los besos proviene de nuestra prehistoria más
primitiva. Supongo que en un principio la forma de transmitirlos sería a tono
con la época, sin sutilezas ni detalles, para ir refinándose con la evolución
cultural. Lamentablemente, también fueron evolucionando las morales al uso, los
prejuicios más estúpidos y los besos más malintencionados.
Así
eran los besos del tío Zacarías, siempre dispuesto al toqueteo morboso con la
excusa del beso y a promover reiterados escándalos que el justificaba con
argumentos que nadie creía, aunque todos trataban de disimular supuestamente
para evitar nuevos escándalos. Cosas de la hipocresía familiar. Volviendo a sus
besos, estos se caracterizaban por un alto porcentaje de humedad algo viscosa
que dejaba huellas preocupadamente incómodas en la piel.
Al
margen de los usos y costumbres del tío Zacarías, en nuestra cultura tan
occidental y católica los besos entre mujeres, entre mujeres y niños o padres o
hermanos o familiares muy cercanos han sido y son absolutamente normales. Pero
cuando las besadas son entre hombres no faltan las miradas suspicaces o al
menos curiosas que suelen requerir explicaciones por parte de los neófitos de
los vínculos familiares. Ya sabemos que los rusos no se cortan en el uso y
abuso de besos… pero es que esto no es Rusia, y el machismo más cansino pulula
por todo sitio (Rusia incluída) y se manifiesta en cualquier momento para
condenar los besos de dudoso contenido moral: ¿por qué deberían besarse dos
amigos varones?, ¿por qué no?
De
nuevo en la prehistoria, se comenta que los primeros besos eran una excusa para
olfatear al besado, calcular sus gustos, sabores, criterios, usos y costumbres
y saber cómo enfrentarlo en el futuro. Esto me recuerda a los besos de otras
tías y no tías (y de algunos tíos también) que te estampan en la mejilla las
más variopintas y densas fragancias, que van desde la clásica rosa hasta el
rotundo ajo, de las que sólo puedes librarte después de una contundente ducha.
Bueno,
que también hay besos tiernos, inocentes, cálidos, cariñosos, amorosos,
pasionales…
En
cuanto a estos últimos dependen de la intensidad, la intencionalidad, las
circunstancias y los propósitos, y merecen tema aparte. Aquí la piel es más
privada, la indagación de los besos más insistente, el contacto más lento,
húmedo y persistente en búsqueda de sensaciones premeditadas de creciente
intensidad.
Sin
duda el tema da para mucho, pero también para concluir que los besos con todas
sus variantes son, desde la antigüedad, una bella manifestación de un
sentimiento, aunque no todos sean exactamente de nuestro agrado.
¿Un
beso o dos o tres o media docena?: usted elije, pero que no le falten para dar
y recibir, casi siempre son bienvenidos.
CONSTRUYENDO
EL FUTURO
Los
baobabs también se mueren
Eran
eternos en el universo de “El principito”, que es como decir el universo de
Saint-Exupéry.
Allí
conocimos sus silenciosas existencias milenarias, ya no posiblemente eternas
porque me he enterado que en la última década han colapsado una gran mayoría de
los más antiguos. ¿Los motivos?: el cambio climático, lo confirma un equipo
internacional de investigadores.
Los
baobabs están muriendo y con ellos muere un poco más de nuestra debilitada
imaginación y gana nuestra indiferencia, nuestro ciego y brutal materialismo.
¿Qué
importancia puede tener la muerte de un árbol mágico en un mundo carente de
magia casi por decreto? Un árbol que no protesta, que no se defiende, que pocas
veces hemos visto o que en realidad pareciera ser más un mito que un árbol
verdadero. Aunque en nuestra época ya no hay lugar para los mitos, también han
muerto, o son tan concretos, vacíos y mediocres que han perdido su posible
trascendencia mítica.
¿Baobabs?
¿Y en definitiva para qué sirven los baobabs? Aparentemente para nada práctico
ni utilitario. De modo que olvidémoslos. Los baobabs no existen. Nunca
existieron.
Charles Baudelaire
EL
EXTRANJERO
Una
poesía de Charles Baudelaire (París, 1821-1867).
- ¿A quién quieres más, hombre enigmático, dime, a tu padre, a tu madre, a tu
hermana o a tu hermano?
- Ni padre, ni madre, ni hermana tengo.
- ¿A tus amigos?
- Empleáis una palabra cuyo sentido, hasta hoy, no he llegado a conocer.
- ¿A tu patria?
- Ignoro en qué latitud está situada.
- ¿A la belleza?
- Bien la querría, ya que es diosa e inmortal.
- ¿Al oro?
- Lo aborrezco lo mismo que aborrecéis vosotros a Dios.
- Pues ¿a quién quieres extraordinario extranjero?
- Quiero a las nubes…, a las nubes que pasan… por allá… ¡a las nubes
maravillosas!
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