LAS BREVES PALABRAS XLIII




LOS BESOS


El beso de Judas, el beso francés, “El beso” de  Gustav Klimt, el beso negro, el beso a lo Hollywood o el beso de la española que siempre besa de verdad y nunca por frivolidad, entre muchas otras variaciones, requieren para hacerse efectivos de la adecuada coordinación de treinta y seis músculos faciales y de otros tantos ubicados en el cuello, los hombros y la cabeza.

Tanto esfuerzo para una acción tan breve determina un consumo de dos calorías por beso, el aumento de las pulsaciones cardíacas, y en el caso de ser los besos demasiado apasionados la liberación de hormonas como las endorfinas que producen sensación de bienestar y efecto analgésico.

Sin embargo, y a pesar de todos estos beneficios, alrededor del 10% de la población mundial (unos setecientos sesenta millones de personas) nunca se besan por prejuicios morales o religiosos, tradiciones, indiferencia, antipatía, principios higiénicos o pereza.




Según escribió el psiquiatra Jesús de la Gándara en su libro “El planeta de los besos”: “Besarse es bueno. Hay estudios que han demostrado que las personas que besan más viven más porque todo lo que hay a su alrededor es positivo, compañía, ayuda, apoyo emocional”.


La tía Anita, que no había leído al psiquiatra, besaba con el desprecio propio de su natural soberbia. Y también con evidente asco, los labios tensos, la boca torcida, el gesto rápido y huidizo. Como si temiera quedar atrapada en el acto de besar. Después, para que no hubiera dudas, declaraba su aversión a los besos y, en fin, a cualquier manifestación sentimental donde el roce fuera necesario. Aún hoy me pregunto por qué se repintaría los labios de rojo brillante, con tanta vehemencia y tan poca habilidad para definir los límites de su apretada boca.

Al contrario, los besos de la tía Pilar eran una explosión incontenible de chasquidos insistentes y repetitivos de los que parecía casi imposible poder librarse sin alguna magulladura. Ella era toda besos y apretujones. Te amaba sin la menor discreción, hasta la asfixia. No conoció a la tía Anita, más dudo mucho que pudiesen comunicarse por más de cinco minutos, una por carencias, la otra por excesos.




Es que el universo de los besos puede ser muy variado y contrastado. Hay besos para todo y para todos. Besos formales para saludar, más vehementes para felicitar, emocionados para expresar sentimientos más íntimos. Y también hay muchísimos besos volátiles, de esos que jamás toman contacto con una mejilla y se quedan flotando por ahí sin destino, desconcertados al comprender que si no son besos ya no son nada y nadie los tendrá en cuenta. Qué tristeza pensar que existes para recibir a alguien con alegría y comprobar que te esquiva y te condena a la muerte, sin remordimientos.

La cuestión es que el hábito de los besos proviene de nuestra prehistoria más primitiva. Supongo que en un principio la forma de transmitirlos sería a tono con la época, sin sutilezas ni detalles, para ir refinándose con la evolución cultural. Lamentablemente, también fueron evolucionando las morales al uso, los prejuicios más estúpidos y los besos más malintencionados.

Así eran los besos del tío Zacarías, siempre dispuesto al toqueteo morboso con la excusa del beso y a promover reiterados escándalos que el justificaba con argumentos que nadie creía, aunque todos trataban de disimular supuestamente para evitar nuevos escándalos. Cosas de la hipocresía familiar. Volviendo a sus besos, estos se caracterizaban por un alto porcentaje de humedad algo viscosa que dejaba huellas preocupadamente incómodas en la piel.




Al margen de los usos y costumbres del tío Zacarías, en nuestra cultura tan occidental y católica los besos entre mujeres, entre mujeres y niños o padres o hermanos o familiares muy cercanos han sido y son absolutamente normales. Pero cuando las besadas son entre hombres no faltan las miradas suspicaces o al menos curiosas que suelen requerir explicaciones por parte de los neófitos de los vínculos familiares. Ya sabemos que los rusos no se cortan en el uso y abuso de besos… pero es que esto no es Rusia, y el machismo más cansino pulula por todo sitio (Rusia incluída) y se manifiesta en cualquier momento para condenar los besos de dudoso contenido moral: ¿por qué deberían besarse dos amigos varones?, ¿por qué no? 

De nuevo en la prehistoria, se comenta que los primeros besos eran una excusa para olfatear al besado, calcular sus gustos, sabores, criterios, usos y costumbres y saber cómo enfrentarlo en el futuro. Esto me recuerda a los besos de otras tías y no tías (y de algunos tíos también) que te estampan en la mejilla las más variopintas y densas fragancias, que van desde la clásica rosa hasta el rotundo ajo, de las que sólo puedes librarte después de una contundente ducha.




Bueno, que también hay besos tiernos, inocentes, cálidos, cariñosos, amorosos, pasionales…

En cuanto a estos últimos dependen de la intensidad, la intencionalidad, las circunstancias y los propósitos, y merecen tema aparte. Aquí la piel es más privada, la indagación de los besos más insistente, el contacto más lento, húmedo y persistente en búsqueda de sensaciones premeditadas de creciente intensidad.

Sin duda el tema da para mucho, pero también para concluir que los besos con todas sus variantes son, desde la antigüedad, una bella manifestación de un sentimiento, aunque no todos sean exactamente de nuestro agrado.

¿Un beso o dos o tres o media docena?: usted elije, pero que no le falten para dar y recibir, casi siempre son bienvenidos.





CONSTRUYENDO EL FUTURO

Los baobabs también se mueren


Eran eternos en el universo de “El principito”, que es como decir el universo de Saint-Exupéry.

Allí conocimos sus silenciosas existencias milenarias, ya no posiblemente eternas porque me he enterado que en la última década han colapsado una gran mayoría de los más antiguos. ¿Los motivos?: el cambio climático, lo confirma un equipo internacional de investigadores.

Los baobabs están muriendo y con ellos muere un poco más de nuestra debilitada imaginación y gana nuestra indiferencia, nuestro ciego y brutal materialismo.




¿Qué importancia puede tener la muerte de un árbol mágico en un mundo carente de magia casi por decreto? Un árbol que no protesta, que no se defiende, que pocas veces hemos visto o que en realidad pareciera ser más un mito que un árbol verdadero. Aunque en nuestra época ya no hay lugar para los mitos, también han muerto, o son tan concretos, vacíos y mediocres que han perdido su posible trascendencia mítica.

¿Baobabs? ¿Y en definitiva para qué sirven los baobabs? Aparentemente para nada práctico ni utilitario. De modo que olvidémoslos. Los baobabs no existen. Nunca existieron.






 Charles Baudelaire

EL EXTRANJERO

Una poesía de Charles Baudelaire (París, 1821-1867).


- ¿A quién quieres más, hombre enigmático, dime, a tu padre, a tu madre, a tu hermana o a tu hermano?

- Ni padre, ni madre, ni hermana tengo.

- ¿A tus amigos?

- Empleáis una palabra cuyo sentido, hasta hoy, no he llegado a conocer.

- ¿A tu patria?

- Ignoro en qué latitud está situada.

- ¿A la belleza?

- Bien la querría, ya que es diosa e inmortal.

- ¿Al oro?

- Lo aborrezco lo mismo que aborrecéis vosotros a Dios.

- Pues ¿a quién quieres extraordinario extranjero?

- Quiero a las nubes…, a las nubes que pasan… por allá… ¡a las nubes maravillosas!






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